Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

Creación literaria
El vencejo
José Antonio Campillo Gayo
Con el ceño fruncido, soñoliento del largo camino,
algo maltrecho, fatigado y cansado,
ha llegado a destino sin previo visado,
el más singular de todos los pájaros,
que con el pico y sus alas, araña la malla de la tibia mañana.
Acróbata vocacional, de profesión trotamundos,
sin apenas dos palmos, diminuto y enjuto,
este apátrida ave de nombre vencejo,
indómito e inquieto, rudo y tozudo,
sin brújula que guíe, ni mapa que oriente
logra remar a favor de corriente,
en su fijación de volar y explorar.
Negro como un tizón, intrépido y presto,
se encarama en el aire desafiando normas y leyes,
bien llueva o caliente, en sombra o al sol.
Sin despertador, es el primero que saluda al día,
e ingrávido por definición, versátil y ágil,
unas veces ronda los arcos del palacio contiguo a la Iglesia,
otras, otea la piedra labrada del propio castillo
y siempre procura asomarse a las nubes de las más altas cumbres,
para descender sin miedo ni riesgo en múltiples vuelos,
que pareciendo sencillos se convierten en repetida rutina.
Debilitado del continuo ajetreo diario,
a este icono del cielo no le pesa el cansancio,
ni la propia fatiga le merma o inquieta,
y sueña despierto desde su angosto acomodo
en nuevas proezas o notorias hazañas remontando espadañas.
Sin hoja de ruta, al salir de casa jamás se acicala,
ni se mira al espejo, ni recibe consejos, ni menos se inmuta,
ni jamás tiene la osadía de ponerse corbatas o calzar alpargatas…
Pero sí es el primero de las aves de altura
tomando la ruta de ida y venida,
para alimentar con frecuencia a su descendencia.
Con nadie se mete, ni nunca incomoda al abnegado labriego
que siembra y espera el grano del nuevo verano,
porque se siente seguro de la loable labor de ese gran volador;
además no molesta, ya que no se detiene,
sabedor desde siempre que su misión es volar y volar,
a la vez que lo hacen los cientos de insectos,
que pululan muy sueltos por la diáfana atmósfera,
para su subsistencia y su bienestar.
A cuantas personas esperan la venida de estos acróbatas del espacio, que ya están retornando temporalmente a sus lares, para pasar los cálidos días del estío y así regalarnos sus piruetas entre clamorosos chirridos.
![[Img #22400]](http://sahagundigital.com/upload/images/04_2021/9806_vencejos.jpg)
Con el ceño fruncido, soñoliento del largo camino,
algo maltrecho, fatigado y cansado,
ha llegado a destino sin previo visado,
el más singular de todos los pájaros,
que con el pico y sus alas, araña la malla de la tibia mañana.
Acróbata vocacional, de profesión trotamundos,
sin apenas dos palmos, diminuto y enjuto,
este apátrida ave de nombre vencejo,
indómito e inquieto, rudo y tozudo,
sin brújula que guíe, ni mapa que oriente
logra remar a favor de corriente,
en su fijación de volar y explorar.
Negro como un tizón, intrépido y presto,
se encarama en el aire desafiando normas y leyes,
bien llueva o caliente, en sombra o al sol.
Sin despertador, es el primero que saluda al día,
e ingrávido por definición, versátil y ágil,
unas veces ronda los arcos del palacio contiguo a la Iglesia,
otras, otea la piedra labrada del propio castillo
y siempre procura asomarse a las nubes de las más altas cumbres,
para descender sin miedo ni riesgo en múltiples vuelos,
que pareciendo sencillos se convierten en repetida rutina.
Debilitado del continuo ajetreo diario,
a este icono del cielo no le pesa el cansancio,
ni la propia fatiga le merma o inquieta,
y sueña despierto desde su angosto acomodo
en nuevas proezas o notorias hazañas remontando espadañas.
Sin hoja de ruta, al salir de casa jamás se acicala,
ni se mira al espejo, ni recibe consejos, ni menos se inmuta,
ni jamás tiene la osadía de ponerse corbatas o calzar alpargatas…
Pero sí es el primero de las aves de altura
tomando la ruta de ida y venida,
para alimentar con frecuencia a su descendencia.
Con nadie se mete, ni nunca incomoda al abnegado labriego
que siembra y espera el grano del nuevo verano,
porque se siente seguro de la loable labor de ese gran volador;
además no molesta, ya que no se detiene,
sabedor desde siempre que su misión es volar y volar,
a la vez que lo hacen los cientos de insectos,
que pululan muy sueltos por la diáfana atmósfera,
para su subsistencia y su bienestar.
A cuantas personas esperan la venida de estos acróbatas del espacio, que ya están retornando temporalmente a sus lares, para pasar los cálidos días del estío y así regalarnos sus piruetas entre clamorosos chirridos.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.174