Día Sábado, 01 de Noviembre de 2025
 José Antonio Campillo Gayo
            	José Antonio Campillo Gayo
                     	
		    
    	
    
    
        
                        
    Creación literaria
Oda a la golondrina
José Antonio Campillo Gayo    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        			        			        
        
                
        
        ![[Img #23827]](http://sahagundigital.com/upload/images/03_2022/3347_dsc_0270.jpg) Un halo de luz misteriosa irrumpe y concita
la eclosión del ave que emerge a la cita:
¡buen hombre!, aminora la marcha y haz un receso,
extiende por un instante la vista al frente,
verás a la golondrina que no te olvida,
la misma que vuelve a tu predio cada primavera.
 
La que gorjea con gracejo a tu lado,
la alada de vuelo raudo y templado,
la avecilla carismática y misteriosa, 
la que merodea y sondea calles y plazas
tragando insectos, mientras aparta el aire con sus largos remos y horada el viento con su corto pico.   
 
La que madruga timorata a la alborada,
la que manda a la ducha a la lechuza,
la que sin saber leer aprende tu nombre,
la que cuelga el nido en algún altozano o rellano,
la que se adentra sin permiso en tu escondrijo,
la que remonta al cierzo en su regreso…
 
La que otea la ruta allá en lontananza,
la de las bandas blancas y oscuro marrón,
la de patas cortas y mirada meliflua,
la que brinda al orto su primera oración,
la que despierta al niño de la siesta,
la que quitó las espinas a Jesús en la Cruz. 
 
Nuestra admiración a la golondrina de la canción,
la experimentada arquitecta del nido colgado,
la avezada obrera del vero y el tejado,
la acreditada alfarera del lodo y el barro,
la que transporta el agua sin vaso ni cazo,
la del legado marcando los Idus de Marzo.
 
Loa para la que acunó tu sueño de día,
la misma que veló tu infancia y la mía,
la que no se ruboriza ni enfada de nada
porque paz y mansedumbre regala.
Sí, es ella, la que desde ahora quedará
para siempre estampada en tu mente…
 
Un halo de luz misteriosa irrumpe y concita
la eclosión del ave que emerge a la cita:
¡buen hombre!, aminora la marcha y haz un receso,
extiende por un instante la vista al frente,
verás a la golondrina que no te olvida,
la misma que vuelve a tu predio cada primavera.
 
La que gorjea con gracejo a tu lado,
la alada de vuelo raudo y templado,
la avecilla carismática y misteriosa, 
la que merodea y sondea calles y plazas
tragando insectos, mientras aparta el aire con sus largos remos y horada el viento con su corto pico.   
 
La que madruga timorata a la alborada,
la que manda a la ducha a la lechuza,
la que sin saber leer aprende tu nombre,
la que cuelga el nido en algún altozano o rellano,
la que se adentra sin permiso en tu escondrijo,
la que remonta al cierzo en su regreso…
 
La que otea la ruta allá en lontananza,
la de las bandas blancas y oscuro marrón,
la de patas cortas y mirada meliflua,
la que brinda al orto su primera oración,
la que despierta al niño de la siesta,
la que quitó las espinas a Jesús en la Cruz. 
 
Nuestra admiración a la golondrina de la canción,
la experimentada arquitecta del nido colgado,
la avezada obrera del vero y el tejado,
la acreditada alfarera del lodo y el barro,
la que transporta el agua sin vaso ni cazo,
la del legado marcando los Idus de Marzo.
 
Loa para la que acunó tu sueño de día,
la misma que veló tu infancia y la mía,
la que no se ruboriza ni enfada de nada
porque paz y mansedumbre regala.
Sí, es ella, la que desde ahora quedará
para siempre estampada en tu mente… 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                	
                                        
                                                                                                                
    
    
	
    
![[Img #23827]](http://sahagundigital.com/upload/images/03_2022/3347_dsc_0270.jpg)
Un halo de luz misteriosa irrumpe y concita
la eclosión del ave que emerge a la cita:
¡buen hombre!, aminora la marcha y haz un receso,
extiende por un instante la vista al frente,
verás a la golondrina que no te olvida,
la misma que vuelve a tu predio cada primavera.
La que gorjea con gracejo a tu lado,
la alada de vuelo raudo y templado,
la avecilla carismática y misteriosa, 
la que merodea y sondea calles y plazas
tragando insectos, mientras aparta el aire con sus largos remos y horada el viento con su corto pico.   
La que madruga timorata a la alborada,
la que manda a la ducha a la lechuza,
la que sin saber leer aprende tu nombre,
la que cuelga el nido en algún altozano o rellano,
la que se adentra sin permiso en tu escondrijo,
la que remonta al cierzo en su regreso…
La que otea la ruta allá en lontananza,
la de las bandas blancas y oscuro marrón,
la de patas cortas y mirada meliflua,
la que brinda al orto su primera oración,
la que despierta al niño de la siesta,
la que quitó las espinas a Jesús en la Cruz. 
Nuestra admiración a la golondrina de la canción,
la experimentada arquitecta del nido colgado,
la avezada obrera del vero y el tejado,
la acreditada alfarera del lodo y el barro,
la que transporta el agua sin vaso ni cazo,
la del legado marcando los Idus de Marzo.
Loa para la que acunó tu sueño de día,
la misma que veló tu infancia y la mía,
la que no se ruboriza ni enfada de nada
porque paz y mansedumbre regala.
Sí, es ella, la que desde ahora quedará
para siempre estampada en tu mente… 








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