Día Sábado, 01 de Noviembre de 2025
 José Antonio Campillo Gayo
            	José Antonio Campillo Gayo
                     	
		    
    	
    
    
        
                        
    Creación literaria
Ladrón de sueños
José Antonio Campillo Gayo    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        			        			        
        
                
        
        ![[Img #23969]](http://sahagundigital.com/upload/images/04_2022/9371_elgallo.jpg) Hasta aquí han llegado tus ecos de galantería,
ladrón de sueños y pesadilla de espías,
que ensanchas pulmones al despertar alboradas
y desvelas a niños en tardes de siestas,
cuando baja la luna a espejarse en las charcas.
 
No ignoras que portas el legado de agitador del corral,
ya sea por ese espolón cual arma de gladiador,
ya por el grito de guerra que emiten tus cuerdas
en las largas jornadas de buen centinela.
 
Consustancial a la estirpe, muy de mañana
emergen de tu garganta cantos de entusiasta tenor,
conocido quiquiriquí que da la bienvenida al día
y hace a la vecindad de despertador matinal;
por la tarde difieren de tono, quizás menos estridentes,
semejan así a un barítono ferviente; la noche no silencia voces
de gallos que, a pesar de ser más suaves, son más perceptibles.
 
En tus ensoñaciones -apenas duermes- sigues desgañitándote 
y, tus ojos glaucos son dos perlitas que remiten   
intermitentes destellos, para animar la noche a todo tu harén. 
 
El resto de las horas esa garganta no descansa.
¡Cuánto predicamento tienen tus melodías!
¡Cuántas espurias imitaciones se han cometido en tu nombre!
 
Comunicas con otros corrales tus inquietudes y anhelos,
que son: pesares, desaires e insinuaciones,
al tiempo que entonas tu particular partitura
a pesar de desatarse las iras a tu figura.
 
Envidiado y adulado, con ese corte narcisista,
tu ostentación y porte hedonista, plumaje de fiesta,
la cresta aserrada y recién repeinada,
patas de bravo guerrero con cien batallas ganadas,
te dan alas y, regalas distinción
para erigirte en objeto de deseo ¡chulapón!
y eso tú bien lo sabes ¡bravucón!
 
Valedor de cantarinas madrugadas,
amenas tertulias y gratuitas operetas,
vida licenciosa y conducta seductora,
son, quieras o no, tus señas de identidad. 
 
Tú eres tú, lo sé. Naciste de tal guisa:
Pertinaz cautivador, dandi por vocación,
adalid de amores clandestinos, 
sagaz embaucador, seductor impenitente,
compañero pertinente y amante intermitente.
 
Pero sobre todo eres el gallo e icono de todo corral, ¡tal cual!
 
Hasta aquí han llegado tus ecos de galantería,
ladrón de sueños y pesadilla de espías,
que ensanchas pulmones al despertar alboradas
y desvelas a niños en tardes de siestas,
cuando baja la luna a espejarse en las charcas.
 
No ignoras que portas el legado de agitador del corral,
ya sea por ese espolón cual arma de gladiador,
ya por el grito de guerra que emiten tus cuerdas
en las largas jornadas de buen centinela.
 
Consustancial a la estirpe, muy de mañana
emergen de tu garganta cantos de entusiasta tenor,
conocido quiquiriquí que da la bienvenida al día
y hace a la vecindad de despertador matinal;
por la tarde difieren de tono, quizás menos estridentes,
semejan así a un barítono ferviente; la noche no silencia voces
de gallos que, a pesar de ser más suaves, son más perceptibles.
 
En tus ensoñaciones -apenas duermes- sigues desgañitándote 
y, tus ojos glaucos son dos perlitas que remiten   
intermitentes destellos, para animar la noche a todo tu harén. 
 
El resto de las horas esa garganta no descansa.
¡Cuánto predicamento tienen tus melodías!
¡Cuántas espurias imitaciones se han cometido en tu nombre!
 
Comunicas con otros corrales tus inquietudes y anhelos,
que son: pesares, desaires e insinuaciones,
al tiempo que entonas tu particular partitura
a pesar de desatarse las iras a tu figura.
 
Envidiado y adulado, con ese corte narcisista,
tu ostentación y porte hedonista, plumaje de fiesta,
la cresta aserrada y recién repeinada,
patas de bravo guerrero con cien batallas ganadas,
te dan alas y, regalas distinción
para erigirte en objeto de deseo ¡chulapón!
y eso tú bien lo sabes ¡bravucón!
 
Valedor de cantarinas madrugadas,
amenas tertulias y gratuitas operetas,
vida licenciosa y conducta seductora,
son, quieras o no, tus señas de identidad. 
 
Tú eres tú, lo sé. Naciste de tal guisa:
Pertinaz cautivador, dandi por vocación,
adalid de amores clandestinos, 
sagaz embaucador, seductor impenitente,
compañero pertinente y amante intermitente.
 
Pero sobre todo eres el gallo e icono de todo corral, ¡tal cual!
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                	
                                        
                                                                                                                
    
    
	
    
![[Img #23969]](http://sahagundigital.com/upload/images/04_2022/9371_elgallo.jpg)
Hasta aquí han llegado tus ecos de galantería,
ladrón de sueños y pesadilla de espías,
que ensanchas pulmones al despertar alboradas
y desvelas a niños en tardes de siestas,
cuando baja la luna a espejarse en las charcas.
No ignoras que portas el legado de agitador del corral,
ya sea por ese espolón cual arma de gladiador,
ya por el grito de guerra que emiten tus cuerdas
en las largas jornadas de buen centinela.
Consustancial a la estirpe, muy de mañana
emergen de tu garganta cantos de entusiasta tenor,
conocido quiquiriquí que da la bienvenida al día
y hace a la vecindad de despertador matinal;
por la tarde difieren de tono, quizás menos estridentes,
semejan así a un barítono ferviente; la noche no silencia voces
de gallos que, a pesar de ser más suaves, son más perceptibles.
En tus ensoñaciones -apenas duermes- sigues desgañitándote 
y, tus ojos glaucos son dos perlitas que remiten   
intermitentes destellos, para animar la noche a todo tu harén. 
El resto de las horas esa garganta no descansa.
¡Cuánto predicamento tienen tus melodías!
¡Cuántas espurias imitaciones se han cometido en tu nombre!
Comunicas con otros corrales tus inquietudes y anhelos,
que son: pesares, desaires e insinuaciones,
al tiempo que entonas tu particular partitura
a pesar de desatarse las iras a tu figura.
Envidiado y adulado, con ese corte narcisista,
tu ostentación y porte hedonista, plumaje de fiesta,
la cresta aserrada y recién repeinada,
patas de bravo guerrero con cien batallas ganadas,
te dan alas y, regalas distinción
para erigirte en objeto de deseo ¡chulapón!
y eso tú bien lo sabes ¡bravucón!
Valedor de cantarinas madrugadas,
amenas tertulias y gratuitas operetas,
vida licenciosa y conducta seductora,
son, quieras o no, tus señas de identidad. 
Tú eres tú, lo sé. Naciste de tal guisa:
Pertinaz cautivador, dandi por vocación,
adalid de amores clandestinos, 
sagaz embaucador, seductor impenitente,
compañero pertinente y amante intermitente.
Pero sobre todo eres el gallo e icono de todo corral, ¡tal cual!








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