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Miércoles, 09 de Noviembre de 2022
8,7 kilómetros desde la villa a Galleguillos por San Pedro

Leyenda, naturaleza y deporte se abrazan en Sahagún con la ruta de ‘Las lanzas’, su nuevo recurso turístico

Salida popular para su inauguración

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Sahagún estrena ruta. Leyenda, naturaleza y deporte se abrazan en este nuevo recurso turístico, apto para toda la familia, que quiere rendir tributo a un conocido relato épico que tiene como escenario la villa del Cea y su ribera. Se trata de ‘La batalla de las lanzas’; el sangriento enfrentamiento que, allá por el año 805, encontró al rey cristiano Carlomagno con el sarraceno nigromante Aygolando, vencido el último por intervención divina.
 
“A través de esta ruta, de 8,7 kilómetros y que rememora una de nuestras más famosas leyendas, queremos ofrecer una nueva vía de dispersión turística y deportiva que nos llevará a conocer aún más nuestro patrimonio, así como la flora y fauna que nos rodea. Un cuarto del presupuesto está financiado por la Diputación de León, lo que significa la apuesta clara de este Ayuntamiento por el turismo sostenible, cada vez más demandado entre nuestra sociedad”, explica el responsable de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Sahagún, Ramón Rodríguez de Alaíz. 
 
 
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La ruta
Desde el Puente Canto de Sahagún, la ruta se dirige en dirección sur, siguiendo la margen derecha del río Cea. Se trata de un recorrido sencillo, sin apenas desnivel, pero lleno de encanto e historia.
 
A 5,2 kilómetros de Sahagún se encuentro el puente de hierro de San Pedro de las Dueñas, una pequeña joya de la ingeniería civil inaugurado en 1913. Sobre 800 metros separan este puente del monasterio de las monjas benedictinas cuyo origen se remonta a la alta Edad Media.
 
 
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Tras estas visitas, la ruta continúa 3,5 kilómetros más hasta el azud de Galleguillo de Campos. Este pequeño embalse permite que las aguas del Cea alimenten el canal de trasvase Cea-Carrión. El azud se ha convertido además en un importante punto de observación ornitológica al reunir una gran variedad de aves acuáticas y ribereñas.
 
“Ya se está señalizando la ruta, que es practicable también con bicicleta. La idea es inaugurarla pronto con una salida popular para que nuestras vecinas y vecinos conozcan este nuevo recurso. Se está editando, además, material divulgativo que nos gustaría presentar en la feria de turismo Intur”, informa Rodríguez de Alaíz.
 
[Img #25109]La batalla de las lanzas
El Codex Calixtinus (siglo XII) se elaboró para dar a conocer el Camino de Santiago y hacerlo atractivo, sobre todo para quienes se aventurasen a recorrerlo desde Francia. En su libro IV recoge la llamada ‘Chronica Turpini’ donde se narra la batalla legendaria que habría de enfrentar al ejército del rey sarraceno Aygolando contra el ejército franco, comandado por el rey Carlomagno y su lugarteniente el Duque Milón de Angleris. La leyenda termina con victoria cristiana y atribuye a Carlomagno, en agradecimiento, la fundación del Monasterio de San Benito de Sahagún.
 
La veracidad de esta historia y su localización en Sahagún fue pronto puesta en duda por historiadores y estudiosos de la épica. Para ellos esta leyenda podría ser un reflejo, siempre en el terreno de la ficción literaria, de los conflictos armados entre los ejércitos cristianos del Reino de León y los ejércitos de Almanzor. Y detrás de la figura del ‘Carlomagno legendario’ podría estar, de forma más que probable, la figura histórica de Alfonso VI, rey de León.
 
La leyenda de las lanzas fue reinterpretada en el siglo XVII por Fray Juan Benito Guardiola, que sitúa la contienda en el año 805, cuando el rey Carlomagno, Milón de Angleris y sus huestes, recorrían el Camino Francés frenando con gran eficacia el avance de la fe islámica y derrotando con facilidad a cuantos ejércitos moros se aventuraban en sus razias por tierras de Galicia, León, Navarra o Castilla. 
 
La fértil vega del Cea era entonces, igual que hoy, un oasis arbolado en medio de la expuesta Tierra de Campos. También era el lugar favorito de Carlomagno para descansar unos días entre batalla y batalla y librar tanto a los soldados como a sus monturas del implacable peso de las armaduras. 
 
Y en esas estaban cuando fueron sorprendidos por la llegada a Sahagún del rey Aygolando, al mando de un poderoso ejército. El enfrentamiento fue inevitable, cientos de hombres, tal vez un millar de cada parte, se enfrentaron en sangrientas escaramuzas que duraron el resto del día. Al caer la tarde, y después de haber medido sus fuerzas, ambas partes se retiraron a descansar, reorganizarse y hacer balance de los caídos. La batalla definitiva tendría lugar al amanecer y sería necesario movilizar hasta al último hombre. Ninguna hoguera encendida atenuaba la oscuridad de la noche solo se escuchaba el rumor del Cea, el relincho nervioso de los caballos y el tintineo del acero. 
 
Se encontraba la tropa muy desmoralizada mientras cada soldado disponía sus pertrechos para la mañana siguiente. Uno a uno hincaban en tierra las lanzas con el pensamiento puesto en los compañeros caídos mientras, de boca en boca, se extendía el rumor de que Aygolando había recurrido a la nigromancia para lograr la victoria. Habría conseguido el rey moro, con artes oscuras, fuerza sobrehumana para sus hombres y habría multiplicado por dos la resistencia de su acero. 
 
 
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Horas después los hombres, que apenas habían logrado conciliar el sueño, salían de sus tiendas con temor a una muerte segura. En completo silencio, ajustaban las cabezadas de sus caballos, ceñían las espadas al cinturón y se colocaban las cotas de malla. 
 
Aún faltaba media hora para que la luz del amanecer comenzase a tornar azul el negro manto de la noche cuando sobrevino la sorpresa. Al intentar coger las lanzas aquellas cuyos propietarios habían muerto el día anterior habían echado ramas frondosas y raíces profundas. Sólo la intervención divina podía estar detrás de semejante milagro. 
 
¡Dios está con nosotros! - Las lanzas mágicas fueron taladas con gran alborozo, cada jinete cogió la suya y con ellas apoyadas en el estribo derecho se dirigieron en formación al campo de batalla. ¡Alahuakbar! - Con el primer rayo de sol se escuchó el grito de guerra del enemigo. Era la señal. Al picar espuelas el miedo había desaparecido frente a la esperanza de la victoria.
 
Con intervención divina o sin ella, la victoria no fue fácil. Las bajas en ambos bandos se contaron por miles, incluida la de Milón de Angleris, que ese día dejó huérfano a su hijo Rolando. También murió en el campo de combate Bayard, el caballo de Carlomagno que, según la tradición franca, había sido concebido por un dragón y una serpiente. 
 
Cuando el ruido de los aceros hubo cesado, algunos de los supervivientes juraban haber visto como la mano invisible de Dios tomaba las riendas de los caballos de los cristianos abatidos que, sin jinete, continuaban dando batalla a los infieles. 
 
Tiempo después, silenciado el eco de la antigua batalla, los tocones de las lanzas taladas habían brotado y formado formidables bosques de fresnos, sauces, alisos y álamos bajo los que aún es posible pasear hoy día en esta villa de Sahagún, a orillas del Cea.
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