Juan Giraldo González Juan Giraldo González
Jueves, 27 de Julio de 2023
Investigación biográfica

Juez Camacho, corregidor de Sahagún

Liberal, monárquico constitucionalista, y defensor a muerte (en su sentido más literal) del general Espartero

Dedico este modesto trabajo a la memoria de mi tío, Joaquín González Cuenca, de quien aprendí que la investigación es una apasionante carrera de fondo.
 
 
Es como mirar atrás y no ver el suelo. Así que, querido profesor, haz tu trabajo de topo, cava túneles en el suelo del tiempo. Viajaré por esas galerías subterráneas. 
(Mia Couto)
 
 
 
A partir de la sección F-Mérides publicada en Sahagún Digital, han ido apareciendo vecinos que vivieron en el siglo XIX y que, por sus obras, su personalidad o sus ideas, destacaron en su época y hoy han caído en el olvido.
 
 
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He tratado de reconstruir sus historias de vida a partir de lo aparecido en la prensa de la época y algún documento público al que he tenido acceso, sin más pretensión que hacer un bosquejo que anime a investigar en profundidad a quien lo desee. Se trata de enhebrar la aguja para que alguien siga cosiendo nuestra historia con el hilo local.  
 
Hemos empezado por el juez Camacho, corregidor de Sahagún, liberal, monárquico constitucionalista, y defensor a muerte (en su sentido más literal) del general Espartero. Este juez no tenía vínculos con Sahagún hasta que vino destinado como corregidor. Durante la primera guerra carlista capitaneó la defensa de la villa, además de otras obras con las que se ganó el cariño y la admiración del vecindario.
 
Sobre la figura del juez Miguel Antonio Camacho hay escasísima información y parte de ella es inexacta o claramente errónea. Algunas publicaciones le acusan de que, por su fidelidad a la causa monárquica, fue premiado por Calomarde, ilustrado y reaccionario ministro de Justicia de Fernando VII, con el juzgado de la Mota del Marqués y nombrado corresponsal de la Real Academia de Ciencias Eclesiásticas de San Isidoro de Madrid en 1821. Parece difícil creer que estas dos distinciones recayeran sobre un muchacho de catorce años, además de la poca atención que prestó a las enseñanzas religiosas.
 
Otro extremo que hemos visto publicado, y que no se ajusta a la realidad, es la supuesta paternidad de nuestro personaje respecto a un ministro de Hacienda liberal, el gaditano Juan Francisco Camacho, contemporáneo de Miguel Antonio Camacho, pero sin ninguna vinculación familiar. La escasa diferencia de edad (seis años) hace inviable cualquier suposición de paternidad. 
 
Miguel Antonio Camacho 
Nació en 1807 en Estremera (Madrid). No hemos encontrado referencias familiares fiables, pero podemos suponer que nació en el seno de una familia culta y acomodada. La Casa de los Camacho es un caserón señorial que todavía se conserva en Estremera. Puestos a suponer, podemos pensar que pudo ser hijo del doctor Camacho, que por aquellas fechas tenía consulta en dicho pueblo, lo que explicaría una posición económica desahogada que le permite estudiar Derecho. Acaba sus estudios en 1824, con diecisiete años, pero no puede ejercer la abogacía por ser menor de edad, en estos años reside en su pueblo natal y ya muestra su talante liberal. 
 
 
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En 1829 es nombrado corregidor de la localidad riojana de Cervera del Río Alhama. Allí es bien recibido por sus habitantes, mayoritariamente liberales, hartos del anterior corregidor a quien calificaban de déspota.  Empieza a sufrir la persecución de autoridades conservadoras que traman un plan en el que le acusan de organizar a los cerveranos para un levantamiento constitucional. El ejército toma Cervera, detienen a muchos vecinos y suspenden de sus funciones al corregidor Camacho que, dos meses después, fue repuesto en su cargo y continuó investigando la trama conservadora. 
 
Uno de los cabecillas facciosos, Mateo López ‘Mantequilla’, le apuñaló hasta que lo dio por muerto en el pueblo de Inestrillas, cuando Camacho le tomaba declaración. Después de una convalecencia de siete meses es relevado de su cargo en 1832. Pronto viene al Corregimiento de Sahagún y desestima los nombramientos en tres destinos de importancia para quedarse en Sahagún, a petición de “instancias superiores”, término que podemos interpretar como una posible filiación masónica o por su amistad con el general Espartero (también masón).
 
La reina regente María Cristina, poco después del fallecimiento de su esposo Fernando VII, nombró como corregidor de Sahagún en 1833 a Miguel Antonio Camacho con un sueldo anual de 11.400 reales de vellón. Supo ganarse a la población con iniciativas benéficas como una suscripción para vecinos necesitados que se tradujo en la ayuda a cincuenta y dos familias pobres “vergonzantes” y un banquete para cuatrocientas personas necesitadas en la Plaza Mayor. Joven valiente y de carácter enérgico, organizó con 29 voluntarios la defensa de la villa que resistió el ataque de cuatrocientos carlistas montados el primero de diciembre de ese mismo año, en los inicios de la Primera Guerra Carlista, destacando la intervención de vecinos como Aniceto Núñez, Bernardo Cosío y Antonio Santiago. 
 
En julio de 1834 detiene al abad del Monasterio, fray Bernabé Álvarez Balsinde, al encontrar en su poder documentación que evidenciaba su apoyo al rebelde don Carlos. En el mismo año ingresa en la Sociedad Económica de Amigos del País de León e inicia un proyecto de beneficencia.
 
Se le atribuye la creación de la primera Milicia Urbana, precisamente en Sahagún. En 1835 armó a la población para repeler los ataques de las partidas carlistas, reforzó las murallas de la villa y se enfrentó al abad que se oponía a que se fortificase el monasterio. El enfrentamiento se saldó con la detención y posterior destierro del abad fray Bernabé. En el mes de mayo del mismo año un incendio destruyó el monasterio. 
 
 
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En 1836 es criticado por la ejecución en Almanza de tres espías de los rebeldes carlistas sin las debidas garantías procesales. Inicialmente esta conducta mereció la felicitación real y, posteriormente, fue afeada por la propia reina ordenando la apertura de una causa contra Camacho. Posiblemente la causa no concluyó al ser nombrado juez de Guadalajara el 30 de diciembre de ese mismo año. En el corto espacio de tiempo que ocupó ese puesto, elaboró un informe en el que ponía al descubierto la composición de la Junta Central Carlista de Madrid, sus planes, fondos, ramificaciones, correspondencia… Este servicio a la corona fue compensado con el regreso a León.
 
En 1837 es nombrado jefe político de la provincia de León, pero su actuación sublevó a los sectores más conservadores, por lo que fue relevado del cargo el 7 de abril del año siguiente. Con ocasión de su cese, publica un ‘Manifiesto’ en el que da cuenta de su gestión y, de paso, denuncia a algunos dirigentes políticos provinciales como traidores a la causa constitucional, calificando de “pandillero” a Gabriel Valbuena, uno de sus más virulentos detractores. Esta publicación fue denunciada por el fiscal como “subersiva, sediciosa y calumniatoria” por lo que intentó su prohibición, aunque sólo consiguió un retraso en su difusión. En esta breve etapa impulsó una red provincial de carreteras e inició la construcción de la carretera de Ribadesella a Sahagún, la de León a Valladolid y la del Bierzo a Asturias; mejoró la comunicación con la capital, elaboró un proyecto de instrucción pública, un museo científico y consiguió para León la cátedra de mineralogía.
 
El Consistorio de Sahagún muestra su apoyo al que fuera su corregidor y en 1838 solicita su reposición como jefe político provincial, también otros municipios leoneses como Villablino hicieron solicitudes en el mismo sentido. En su escrito dirigido a la reina, el Ayuntamiento de Sahagún hace una descripción de Camacho en los siguientes términos: “conocedor del carácter leonés, de sus necesidades y de sus recursos, identificado con sus intereses, con sus opiniones y con sus costumbres, joven activo, patriota, entusiasta y tan firme de carácter en sus resoluciones como dulce, amable y popular en su trato”, señalando también que queda en una situación económica que “difícilmente podrá sostener a su familia con estrechez”. La situación cambió cuando en 1839 fue nombrado intendente de Palencia y desde allí preparó su campaña electoral, resultando elegido diputado por León en 1840 y 1841.
 
 
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La Regencia de Espartero le puso al frente de la Jefatura Superior Política de la provincia de Soria a finales de 1840. En esta provincia realizó una labor de mejora de la instrucción pública, de las comunicaciones y favoreció e impulsó la organización de la Milicia Nacional. Pese a sus logros, cosechó una buena cantidad de enemigos; prueba de ello es que, tras su cese, las autoridades civiles y militares de Soria le acusaron de graves cargos. 
 
En enero de 1842 es nombrado jefe político de Valencia (equivalente a gobernador) y un mes después ya sofocó un intento de motín. En noviembre de ese año hizo frente a una sublevación anti-esparterista que duró dos días. Desde su cargo emprendió tareas tan complicadas como la regulación del cultivo del arroz, la incorporación de mendigos como asalariados en la construcción del puerto de El Grao o la prohibición de portar armas. En julio de ese año es nombrado comandante del tercer batallón de la Milicia Nacional de Valencia. Durante una huelga en la Universidad, se dirigió a los estudiantes y resultó herido por un ladrillo que le lanzó un exaltado, lejos de ordenar cargar contra ellos continuó ensangrentado su arenga.
 
Además de valiente debía ser un hombre muy influyente pues, a través de su mediación con el Ayuntamiento, consiguió desbloquear la constitución de una Sociedad de Seguros Mutuos, una vieja aspiración de la Sociedad de Amigos del País de Valencia. Al parecer, también formó parte de la redacción de ‘La Tribuna’, periódico próximo a los ‘ayacuchos’, como se conocía a los generales liberales agrupados en torno a Espartero que habían participado en las guerras coloniales y, como buenos masones, habían comprometido el mutuo apoyo en su regreso a la metrópoli. 
 
 
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La prensa católica criticó que nombrase a su esposa y a su cuñada vocales de la sociedad de señoras para el socorro de las monjas, también se le acusó de favoritismo al condecorar a un sobrino suyo, de apellido Camacho, oficial realista en Alicante, aunque creemos que se trata de Juan Francisco Camacho que en 1835 fue nombrado capitán de la milicia nacional y, que sepamos, no tiene parentesco alguno con nuestro Miguel Antonio. 
 
Durante su mandato intentó apaciguar las disputas entre republicanos, progresistas y demócratas, siendo además blanco de ataques de los conservadores. Actuó con astucia ante la penetración republicana en la Milicia Nacional, racionando la pólvora y los fusiles para neutralizarla. Su compromiso con la causa liberal hizo que contase con un buen número de enemigos políticos que le acusaron de toda clase de intrigas y manejos para conseguir sus objetivos. Su intervención fue decisiva para que los ‘ayacuchos’ ganasen las elecciones en Valencia, para ello viajó a los pueblos de la provincia invitando a una copa de aguardiente a los campesinos y convenciéndolos de su voto al Gobierno.
 
La victoria electoral aumentó la tensión en Valencia hasta el extremo de que Camacho iba acompañado por escolta armada, incluso cuando asistía al teatro. Fue cesado con la llegada del nuevo ministro de Gobernación aunque fue repuesto inmediatamente. Veinte días antes de su muerte, la prensa conservadora pronosticó su final con sospechosa exactitud. 
 
 
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Al producirse otro levantamiento contra Espartero, intentó sofocarlo, pero fue asesinado a puñaladas en la iglesia de Santa Catalina, al pie del altar, durante un motín popular el 11 de junio de 1843, a la edad de treinta y seis años. Su cadáver fue arrastrado por las calles de Valencia. 
 
Dejó viuda, María Fernández, y tres hijos, uno de ellos, Manuel, nacido en Sahagún el once de mayo de 1834. Éste, ocupó diferentes cargos públicos como funcionario, algunos de importancia como el de gobernador interino de Valladolid o el de administrador de la aduana de La Habana. A su regreso a la Península en 1876 se dedicó a actividades empresariales como la construcción del ferrocarril de Igualada a Sant Sadurní, en la provincia de Barcelona. Fue miembro del Partido Conservador y resultó elegido diputado en 1879 por la circunscripción de Igualada (Barcelona) hasta 1881. No nos extrañaría que la polka estrenada un año después hiciera referencia al diputado. Su último nombramiento tuvo lugar en 1891 y fue el de gobernador provincial de Logroño, feudo del general Espartero quien estaba en deuda por la fidelidad y entrega mostrada por su padre, aunque el general ya había muerto unos años antes.
 
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