Eduardo Gordaliza Eduardo Gordaliza
Martes, 24 de Octubre de 2023
Fin a medio siglo de tradición hostelera en Sahagún

España ha muerto, el Ruedo cierra

El uno de noviembre la familia Lazo-Infante deja el establecimiento

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A partir del 1 de noviembre siempre será jueves en Sahagún. El Bar España, el Ruedo o quizá el último santuario donde nunca dudabas en enviar a familiares, peregrinos y extraños cierra para siempre. Quienes íbamos al Ruedo mucho más que a misa nunca necesitábamos ir acompañados para tomar una cerveza, un vino o un cubata, daba igual que fueras a las 7 de la mañana que de madrugaba, ahí siempre te recibían con cariño, casi mejor que en casa. Dentro de esas paredes nunca ha faltado un saludo sincero, ni un buen vacile sin faltar al respeto. Al España, que ahí se podía decir, y bien alto, no le ha hecho falta que le cayera el Gordo de la lotería de Navidad para que forme parte de nuestras vidas. Jamás le podremos olvidar por todo lo que nos ha dado. 
 
Estamos huérfanos, sí, y preocupados, pero no por ellos, no por esa familia entrañable, a ellos les va a ir de cojones, sino por nosotros, somos tan egoístas que si lloramos es por nosotros. ¿Dónde vamos a ir, quién nos va a aguantar ahora, qué lechazos vamos a comer a partir de noviembre… dónde desayunaran los gitanillos del mercadillo bocadillos y raciones tan generosas? ¿Y qué va a ser de esa Plaza Mayor de Sahagún, sin esa terraza en verano? Empezaremos negando la realidad, soñaremos que sólo se han ido de vacaciones y cuando el 24 de diciembre siga cerrada esa maldita trapa, nos preguntaremos si hicimos todo lo posible para evitar el cierre. 
 
Cada uno tendrá sus anécdotas, algunas de cuando la barra del bar estaba al entrar a la derecha, otros (aunque ya estén divorciados) recordarán su boda en el Ruedo I de la carretera de Galleguillos, las vaquillas, las primeras borracheras, los desayunos de los domingos, esas patatas bravas que me vuelven loco, las tortillas, los puerros con foie, los helados de fresa, esos chuletones…  Jo!, esperar hasta Semana Santa para despedirnos en condiciones, por favor. Han sido más de 50 años desde que Pedro y Charo adquirieron el Bar España, luego vinieron el Ruedo, y luego el Ruedo II, donde creías esconderte del mundo al bajar por esas escaleras y abajo te encontrabas con 'to dios'. Cuántos cafés habrán servido, el mío siempre templado, cuántas cañas, cuántos lechazos habrá asado ese horno, cuántas historias, cuantas risas, lágrimas… El Bar España es una prolongación de nuestra familia, de nuestra vida.
 
Algún desgraciado anda buscando culpables, problemas de familia o una plaga de termitas en los ladrillos. Van por mal camino. El Bar España cierra en lo más alto, cuando más dinero gana, cuando es imposible reservar una mesa para comer, cuando más fama y cariño atesora, cuando más unida esta la familia y cuando nadie amenazaba su reinado. Se acabó, punto. Igual que la canción se les acabó el amor de tanto usarlo. En este caso, el trabajo. Les toca descansar, vivir, ir al cine, de caza, a una casa rural, esquiar, de vinos los viernes, los sábados, conocer a sus hijos, irse de puente y no precisamente al Puente Canto. Quieren hacer lo que hace todo el mundo, no ir a contracorriente, dejar esa ingrata vida que da la hostelería sólo comparable con aquellos que tienen un rebaño de 500 ovejas. Y sí, Charo, se jubila, o ¿nos va a tener que dar comer hasta que ya no pueda estazar un pollo? Yo no me preocuparía por los hijos de Pedro y Charo. Son tan currantes, tanto, que tendrán problemas para contratarlos porque trabajan demasiado. Va a ser difícil verles por el INEM.
 
Hemos tenido mucha suerte de poder disfrutar de esta familia. Quizá Sahagún y su comarca no merecíamos tanto. Hemos pensado que siempre estarían ahí para nosotros, como si fuera un derecho de pernada. Insisto, hemos tenido mucha suerte porque ellos se han conformado con nosotros, unos clientes más bien miserables y poco agradecidos. Algunos demasiado exigentes, aunque solo venían de Pascuas a Ramos. El resto, incapaces de participar en sus jornadas gastronómicas, de apuntase a Vigún, indecisos en probar sus helados, recelosos de soltar nuestra triste caña de cerveza cuando nos ofrecían un vino de Rioja en una botella de 18 litros. Y mira que lo han intentado: cursos de sumiller, cursos de helados, de barista, catas… y a pesar de nuestro desprecio, ellos siempre devolvían una sonrisa. 
 
Pedro, Charo, César, Diego, Víctor… ha sido un lujo ser vuestro cliente, si me dejáis seguiré siendo vuestro amigo, quizá nos veamos en un bar, en otro bar y allí hablaremos del Bar España, de toros, de vinos con César, de caza con Diego, de cómo se hace un arroz con bogavante con Víctor, de 'la Cultu' con Pedro o de alguna jugada del Sahagún Promesas, porque ahora resulta que vosotros también podéis ir al 'poli' cuando bajamos el resto de los humanos.
 
Gracias familia, os quiero.
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