José Antonio Campillo Gayo José Antonio Campillo Gayo
Viernes, 02 de Febrero de 2024
Creación literaria

La vecina de la ermita

Gime y sangra la tierra al ser herida
por el conjunto invasivo de un arado envejecido,
la reja es la primera en hollar, binando surco a surco,   
la misma que cambia la figura tramo a tramo,
para que el labrador expanda a mano el propio grano; 
ahíto de viento y soles o, empapado de la lluvia,
humedecida la frente, al cansancio hace frente
este veterano labriego, perseverante y tenaz;
no olvida la arada que frecuenta con frecuencia,
meritoria es su destreza en los surcos rectilíneos  
que, se adivinan copiosos a las aves viajeras.   
 
Es el efecto llamada el que atrae el aleteo,
siendo siempre la cigüeña la que acude la primera,
por eso habita en lo alto, por eso se prodiga tanto,
la que anida en las alturas, icónica y legendaria,
es devota de la virgen, la patrona de la villa,
la que preside la ermita, la que custodia la cima,
santuario cimentado en el marco de unos arcos,
la Virgencita de “abajo” sabe que nos tiene al lado,  
la bien expuesta, Nuestra Señora de las Puertas. 
 
 
 
[Img #27174]
 
 
Las tejas pintan de harina y a la veleta salpica,
pura acrobacia sus vuelos, entre campana y el cielo,
clamoroso crotorreo los repiques con su pico,
los locuaces cigoñinos dan cuenta de todo ello; 
sorprendida del hallazgo, mira y remira a la sierpe, 
con ella traba batallas, por ella se mancha el pico, 
fuertes sus largas patas, sobrias sus alas tensas, 
estratega de cien luchas, vencedora en todas ellas.   
 
Ramillete de estorninos se alinean en lo más alto,
asociados en bandadas, tratan de avistar los surcos,
dando cuenta de gusanos, de grillos y saltamontes, 
de toda clase de insectos, ya sean vivos o, estén muertos.
 
No falta por estos pagos, la antojadiza picaza,
displicente observadora, fisgona y curiosa ella,    
confiesa sin rubor alguno, haber perdido el ayuno,
al elegir entre arañas o, avecillas desarmadas, 
fascinada en sus “proezas”, con colores y oropeles;
prisa y destreza requieren, sus actos más relevantes,
antes que al banquete acudan, córvidos impertinentes. 
 
 
José Antonio Campillo Gayo
Desde Grajal de Campos
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