Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

Hasta el 30 de agosto en La Peregrina de Sahagún
Primitivo, sarcástico, tierno, poético... Javier del Río
‘Tiempo de Javier’ es el título elegido para la exposición con la que la localidad de Sahagún rinde tributo al fallecido artista asturiano Javier del Río (Gijón, 1952-2004) que, hasta el próximo 30 de agosto, se puede contemplar en el Convento de San Francisco-Iglesia de La Peregrina de Sahagún.
La muestra, impulsada por la Diputación provincial de León a través del Instituto Leonés de Cultura, fue inaugurada hoy de forma oficial en un acto cargado de emociones en el que participaron los hijos del artista, Alicia y Tadeo, además de su viuda, Guadalupe Rodríguez, Lupe, “agradecida e impresionada” por el calor recibido en la villa del Cea y la “espectacularidad” del marco expositivo.
Agrupadas en bloques temáticos, entre las piezas reunidas para esta muestra destacan una veintena de esculturas (en piedra, acero y madera) y otras tantas pinturas, seleccionadas por su viuda y por el comisario de la muestra, Francisco Zapico Díaz, gran amigo del artista, y quien confesó haber tenido ciertas dudas en cuanto a la ‘compatibilidad’ de la muestra con el espacio, “y sigo sorprendido. Cómo un lugar como este (refiriéndose a La Peregrina) puede dialogar de esta forma con el trabajo de Javier”.
Algunas de las piezas de la muestra que hoy se abre al público se han podido ver este mismo año en Asturias, tanto en la exposición ‘La luz de Javier del Río’, en Oviedo, como en la cuidada selección de esculturas que mostró el Museo Antón, en Candás. Otras piezas formaron parte en 2012 de las dos exposiciones del proyecto ‘La búsqueda de un sueño. Javier del Río (1952-2004)’, organizadas por el Museo Evaristo Valle. El resto de las piezas forman parte de colecciones particulares, y todas están incluidas en el impresionante catálogo razonado de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson.
Así todo, al acto de presentación acudieron, además de miembros de la corporación municipal encabezados por el alcalde, Emilio Redondo, el diputado de Cultura, Teodoro Martínez (en su primera visita oficial a la villa), el director del Instituto Leonés de Cultura, Jesús Celis o el comisario de la exposición, Francisco Zapico.
De lo íntimo a lo social
‘Tiempo de Javier’ profundiza en la parte más íntima del autor, con retratos de amigos y familiares, pero también con obras sobre lugares y paisajes muy especiales para este artista.
En el primero de los espacios hay obras relacionadas con el tema de la maternidad, “porque su padre era médico-jefe de una de las clínicas privadas más importantes de Gijón, donde nació mucha gente. Javier recuperó materiales de aquella clínica, como el sillín del paritorio, que reconvierte por ejemplo en un triciclo de niños”, explica Zapico. Entre las pinturas y esculturas de esta primera sala hay maternidades, retratos de su mujer, Guadalupe Rodríguez, y de sus hijos Alicia y Tadeo, pero también otras piezas que tienen que ver “con el mundo que él inventaba para los niños”.
En la segunda sala aparecen reunidas obras con un discurso más social, como el cuadro que refleja la detención de un minero durante las huelgas de 1962 en Asturias, que está basado en el verso de Lorca ‘plomo tienen las calaveras’.
Paisajes y esculturas
‘Tiempo de Javier’ también recoge cuadros de paisajes marinos y urbanos de Gijón. “No hemos escogido los mejores paisajes, ni los más vendidos, porque él hizo paisajes enormes que están en manos de los coleccionistas… Pero sí hemos querido mostrar obras que estuviesen fuera de lo comercial, con otro toque más íntimo y a veces llenos de simbolismo“, advierte Zapico. También aparece un apartado dedicado España y el mundo de los toros.
Objetos encontrados
Precisamente Zapico Díaz ha sido quien ha recuperado muchas de las esculturas del óxido del tiempo, de la ruina de la edad. “Javier tenía mucha gracia trabajando las soldaduras, aprovechando elementos industriales… La mayoría de sus obras están realizadas con objetos encontrados, y hay piezas realmente poderosas, muy buenas”.
Javier del Río exploró muchas disciplinas en su juventud, y aunque viajó bastante por Europa, en los últimos veinte años de su corta vida se centró en su entorno asturiano más inmediato. “Por encima de todo se consideraba pintor, pero también sentía la necesidad de ahondar en la escultura. Su capacidad para combinar hierro y acero, su admiración por Picasso y Julio González y su interés por la piedra arenisca lo acercaron a modos primitivistas e impactantes, desarrollando una rica temática figurativa de guiños sarcásticos, repletos de fantasía e intenciones antropomórficas, tiernas, poéticas. En sus esculturas vibra, además, el recuerdo del arte africano, de los vestigios precolombinos, de la estatuaria egipcia o de la Grecia arcaica”, escribe María Soledad Álvarez Martínez en el catálogo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson.
Biografía
Javier del Río nació el 20 de agosto de 1952 en el seno de una conocida familia gijonesa. Sus inquietudes artísticas le llegaron por vía materna, bajo el influjo de su abuelo, el arquitecto Manuel del Busto. A los catorce años conoce la obra del italiano Amadeo Modigliani y dicide convertirse en pintor. Formado inicialmente en las clases del pintor Alejandro Mieres, en Gijón, y en los talleres que el gijonés Adolfo Bartolomé impartía en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) presentó sus primeras exposiciones en la primera mitad de los años setenta. Tras pasar un invierno en Londres se estableció en Italia en 1976, donde se matriculó en la Academia de Bellas Artes de Urbino y durante ocho años visitó varias ciudades (Roma, Milán, Foggia, Venecia, Florencia…) formándose y descubriendo a los grandes maestros del Relaciones y las vanguardia históricas. En 1982 regresa a España y se traslada a Lué (Clunga). Conoce a Guadalupe Rodríguez (Lupe) y nacen sus hijos Alicia y Tadeo. Pasan un invierno en Almería y se establece definitivamente en su casa familiar de Somió (Gijón) en 1988 con esporádicos viajes por Europa. Javier del Río se presentó públicamente por primera vez en 1971 en el Centro Cultural de Roces y a partir de esa fecha, su firma recorre multitud de salas del país, especialmente asturianas. Su última exposición, en vida, fue en la sala de la Antigua Estación de Rubí (Barcelona, en 2004). Falleció en Gijón el 14 de abril de 2004.
Fuentes: Ángel Antonio Rodríguez - Eloísa Otero (Tamtampress)
![[Img #4554]](upload/img/periodico/img_4554.jpg)
‘Tiempo de Javier’ es el título elegido para la exposición con la que la localidad de Sahagún rinde tributo al fallecido artista asturiano Javier del Río (Gijón, 1952-2004) que, hasta el próximo 30 de agosto, se puede contemplar en el Convento de San Francisco-Iglesia de La Peregrina de Sahagún.
La muestra, impulsada por la Diputación provincial de León a través del Instituto Leonés de Cultura, fue inaugurada hoy de forma oficial en un acto cargado de emociones en el que participaron los hijos del artista, Alicia y Tadeo, además de su viuda, Guadalupe Rodríguez, Lupe, “agradecida e impresionada” por el calor recibido en la villa del Cea y la “espectacularidad” del marco expositivo.
![[Img #4555]](upload/img/periodico/img_4555.jpg)
Agrupadas en bloques temáticos, entre las piezas reunidas para esta muestra destacan una veintena de esculturas (en piedra, acero y madera) y otras tantas pinturas, seleccionadas por su viuda y por el comisario de la muestra, Francisco Zapico Díaz, gran amigo del artista, y quien confesó haber tenido ciertas dudas en cuanto a la ‘compatibilidad’ de la muestra con el espacio, “y sigo sorprendido. Cómo un lugar como este (refiriéndose a La Peregrina) puede dialogar de esta forma con el trabajo de Javier”.
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Algunas de las piezas de la muestra que hoy se abre al público se han podido ver este mismo año en Asturias, tanto en la exposición ‘La luz de Javier del Río’, en Oviedo, como en la cuidada selección de esculturas que mostró el Museo Antón, en Candás. Otras piezas formaron parte en 2012 de las dos exposiciones del proyecto ‘La búsqueda de un sueño. Javier del Río (1952-2004)’, organizadas por el Museo Evaristo Valle. El resto de las piezas forman parte de colecciones particulares, y todas están incluidas en el impresionante catálogo razonado de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson.
Así todo, al acto de presentación acudieron, además de miembros de la corporación municipal encabezados por el alcalde, Emilio Redondo, el diputado de Cultura, Teodoro Martínez (en su primera visita oficial a la villa), el director del Instituto Leonés de Cultura, Jesús Celis o el comisario de la exposición, Francisco Zapico.
![[Img #4557]](upload/img/periodico/img_4557.jpg)
De lo íntimo a lo social
‘Tiempo de Javier’ profundiza en la parte más íntima del autor, con retratos de amigos y familiares, pero también con obras sobre lugares y paisajes muy especiales para este artista.
En el primero de los espacios hay obras relacionadas con el tema de la maternidad, “porque su padre era médico-jefe de una de las clínicas privadas más importantes de Gijón, donde nació mucha gente. Javier recuperó materiales de aquella clínica, como el sillín del paritorio, que reconvierte por ejemplo en un triciclo de niños”, explica Zapico. Entre las pinturas y esculturas de esta primera sala hay maternidades, retratos de su mujer, Guadalupe Rodríguez, y de sus hijos Alicia y Tadeo, pero también otras piezas que tienen que ver “con el mundo que él inventaba para los niños”.
En la segunda sala aparecen reunidas obras con un discurso más social, como el cuadro que refleja la detención de un minero durante las huelgas de 1962 en Asturias, que está basado en el verso de Lorca ‘plomo tienen las calaveras’.
Paisajes y esculturas
‘Tiempo de Javier’ también recoge cuadros de paisajes marinos y urbanos de Gijón. “No hemos escogido los mejores paisajes, ni los más vendidos, porque él hizo paisajes enormes que están en manos de los coleccionistas… Pero sí hemos querido mostrar obras que estuviesen fuera de lo comercial, con otro toque más íntimo y a veces llenos de simbolismo“, advierte Zapico. También aparece un apartado dedicado España y el mundo de los toros.
![[Img #4559]](upload/img/periodico/img_4559.jpg)
Objetos encontrados
Precisamente Zapico Díaz ha sido quien ha recuperado muchas de las esculturas del óxido del tiempo, de la ruina de la edad. “Javier tenía mucha gracia trabajando las soldaduras, aprovechando elementos industriales… La mayoría de sus obras están realizadas con objetos encontrados, y hay piezas realmente poderosas, muy buenas”.
Javier del Río exploró muchas disciplinas en su juventud, y aunque viajó bastante por Europa, en los últimos veinte años de su corta vida se centró en su entorno asturiano más inmediato. “Por encima de todo se consideraba pintor, pero también sentía la necesidad de ahondar en la escultura. Su capacidad para combinar hierro y acero, su admiración por Picasso y Julio González y su interés por la piedra arenisca lo acercaron a modos primitivistas e impactantes, desarrollando una rica temática figurativa de guiños sarcásticos, repletos de fantasía e intenciones antropomórficas, tiernas, poéticas. En sus esculturas vibra, además, el recuerdo del arte africano, de los vestigios precolombinos, de la estatuaria egipcia o de la Grecia arcaica”, escribe María Soledad Álvarez Martínez en el catálogo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson.
![[Img #4558]](upload/img/periodico/img_4558.jpg)
Javier del Río nació el 20 de agosto de 1952 en el seno de una conocida familia gijonesa. Sus inquietudes artísticas le llegaron por vía materna, bajo el influjo de su abuelo, el arquitecto Manuel del Busto. A los catorce años conoce la obra del italiano Amadeo Modigliani y dicide convertirse en pintor. Formado inicialmente en las clases del pintor Alejandro Mieres, en Gijón, y en los talleres que el gijonés Adolfo Bartolomé impartía en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) presentó sus primeras exposiciones en la primera mitad de los años setenta. Tras pasar un invierno en Londres se estableció en Italia en 1976, donde se matriculó en la Academia de Bellas Artes de Urbino y durante ocho años visitó varias ciudades (Roma, Milán, Foggia, Venecia, Florencia…) formándose y descubriendo a los grandes maestros del Relaciones y las vanguardia históricas. En 1982 regresa a España y se traslada a Lué (Clunga). Conoce a Guadalupe Rodríguez (Lupe) y nacen sus hijos Alicia y Tadeo. Pasan un invierno en Almería y se establece definitivamente en su casa familiar de Somió (Gijón) en 1988 con esporádicos viajes por Europa. Javier del Río se presentó públicamente por primera vez en 1971 en el Centro Cultural de Roces y a partir de esa fecha, su firma recorre multitud de salas del país, especialmente asturianas. Su última exposición, en vida, fue en la sala de la Antigua Estación de Rubí (Barcelona, en 2004). Falleció en Gijón el 14 de abril de 2004.
Fuentes: Ángel Antonio Rodríguez - Eloísa Otero (Tamtampress)
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