Alfonso Vallecillo
Lunes, 03 de Febrero de 2025

Sobre las ayudas a la natalidad

Recientemente se han convocado las ayudas a la natalidad en el Ayuntamiento de Sahagún. La ayuda consiste en una aportación económica única, de 500 euros por niño, siempre y cuando los dos padres estén empadronados en el Ayuntamiento. Si solo hay un padre apuntado, la cuantía se reduce a la mitad.
 
¿Estas ayudas realmente fomentan la natalidad? Indudablemente, no. Si bien es cierto que todo el dinero que se reciba viene bien, también es cierto que los gastos de tener y criar un hijo están disparados y se alargarán en el tiempo. Con suerte, conseguirán emanciparse a partir de los 25 años, y lo normal es mucho más adelante.
 
Me viene a la cabeza lo que dirían nuestros abuelos: “Si nosotros hubiéramos pensado que es necesario tener un empleo estable, un coche y una casa para tener hijos, jamás hubiéramos tenido hijos”. Y la respuesta habitual: “eran otros tiempos”. Efectivamente, eran otros tiempos. Pero nos toca vivir el actual.
 
No existe una varita mágica para solucionar en problema de natalidad que vivimos en nuestros pueblos. Una situación, la de la falta de población, que se traduce en menos servicios: menos oferta educativa, menor atención médica, peores comunicaciones… que generan un futuro incierto.
 
Las ayudas tienen que nacer para perdurar en el tiempo y dar respuesta a nuestras necesidades básicas (vivienda, trabajo estable, conciliación de la vida familiar, servicios…) sobre todo servicios, algo de lo que estamos adoleciendo en nuestra comarca especialmente en materia sanitaria, con las obras de un Centro de Salud paradas y la falta de médicos de cabecera, pediatras…
 
Otro de los problemas que existen es la oferta de empleo para los nuestros jóvenes dentro de nuestro entorno. Lamentablemente, en cuanto acaban sus estudios fuera, también fuera se buscan el porvenir. Nos toca interpelar: ¿Queremos un futuro para Sahagún? Mi respuesta en sí. Entonces tenemos que generar políticas globales y que perduren en el tiempo. 
 
Invertir en los jóvenes es invertir en futuro en el pueblo. Hay que pensar que desde las administraciones no se puede gastar tanto en fiestas, que es un gasto que tiene un recorrido muy corto, y sí invertir en nuestra juventud, con políticas de vivienda, empleo y conciliación familiar, para lo que, por desgracia, no se está haciendo nada.
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