Hortensia de Prado
Lunes, 17 de Febrero de 2025

Primera entrega

Escribir desde el abrigo de una cepa, sintiendo un poco de sabor a tierra en la boca; el sol, allá en lo alto; la brisa, que discurre por los ríos de los valles y que, en la atenta piel, casi llega a dibujar los regueros de vacíos que conducen el aire. Al fondo, las montañas, que perfilan el otro lado, la otra vertiente, húmeda, y cuyas crestas confinan este otro clima de altiplano.
 
Pero lo que más nos trae el recuerdo preciso del instante son los sonidos: los sonidos de tierra y piedras, de algún grillo y el rozar de las hojas en los sarmientos; y el terrero aplastando la tierra y la piedra. Recuerdo. Y la ausencia del tiempo, y la cabeza dispuesta a imaginar historias y personajes. Que, en el telúrico escenario, se yerguen como gigantes, atrayendo la atención de la niña. Y van y vienen preguntas de la madre a la niña:
 
—¿Quién era aquel Juan y aquella Eulalia?
 
Y Juan y Eulalia se presentan en ese escenario telúrico que es un gran libro en blanco, en el que se lee entre líneas.
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