Juan Conde Guzón
Martes, 17 de Junio de 2025

No a la guerra, o sí

Muchos recordarán la vergonzante foto de las Azores de marzo de 2003 que inmortalizó la decisión de invadir Irak en búsqueda de inexistentes armas de destrucción masiva. Los tres sátrapas retratados -George Bush, Tony Blair y el titiritero José María Aznar- fueron responsables de los trescientos mil muertos con los que, a la postre, se saldó aquella mentira histórica, incluidas las 192 víctimas de los execrables atentados del 11M sobre los que el Gobierno español del momento construyó otra abominable ignominia. La coalición internacional que protagonizó aquel episodio nunca obtuvo  el respaldo explícito de la Organización de las Naciones Unidas -organismo inoperante donde los haya- y tampoco ninguna sanción reseñable de otros foros de la comunidad internacional. Sí motivó, sin embargo, una gran contestación social, fundamentalmente en Europa, donde la sociedad civil protagonizó un movimiento sin precedentes coreando el 'no a la guerra' que durante meses llevamos impreso como un marchamo de dignidad. 
 
Venimos, algunos, denunciando en el desierto global de predicadores que nos brindan 'las redes', la complicidad, prácticamente mundial, ante el proceso de exterminio palestino, excepcionada con tímidos, minoritarios y dispersos movimientos ciudadanos como única contestación pública, mientras algunas derechas al tiempo que trivializan el genocidio bajo el perverso eufemismo, 'actividades militares', lo justifican, como siempre, tirando del mantra terrorista. 
 
Pero no es esta región la única por la que se desangra esta compleja especie; según datos del último Índice de Paz Global que elabora anualmente el  Institute for Economics & Peace, se computan hasta 56 conflictos activos en el mundo, la mayor cantidad desde la II Guerra Mundial –oportuno reiterar la inoperancia de la ONU-. Además, cada vez tienen un componente internacional mayor, con 92 países involucrados en guerras fuera de sus fronteras, según la misma fuente. 
 
Abstracción hecha de las especificidades de cada conflicto, parece razonable pensar en los gobiernos y desgorbiernos, propios y extraños, como causa común a todos ellos, frente a lo que las sociedades civiles solo podemos movilizarnos en el intento de provocar reacciones, pírricas las más de las veces, pero necesarias si evitan una sola muerte.
 
Es prioritario, por ello, concienciar a las sociedades para que exijan a sus gobiernos acciones en favor del cumplimiento del derecho internacional y la aplicación, general, no selectiva, de medidas coercitivas a los países que lo vulneran. Urge romper la indiferencia ciudadana ante esta crisis global del 'derecho de gentes', que abrirá paso, más pronto que tarde, a la ley del más fuerte que, con frecuencia, suele ser el más delincuente: Trump, Putin y Netanyahu, son ejemplos visibles de esta perversión; hay muchos más, y otros los corean como otrora hiciera el intruso de las Azores, ahora lo hacen sus herederos.
 
Reimprimamos el NO A LA GUERRA, más allá de los Premios Goya, quizá evitemos un muerto.       
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