Andrés Herrero
Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Tiempo de vendimias

Tal vez no a todo el mundo le resulte cercana la labor de la vendimia, que en la zona de Sahagún tiene lugar entre septiembre y octubre. Aunque hace décadas era una tarea habitual y generalizada, hoy su práctica es casi testimonial, limitada a unos pocos rincones de la comarca.
 
La vendimia es una tradición esencial del mundo agrícola: el momento en que se cosechan las uvas maduras y comienza la elaboración del vino. Es un proceso que refleja la profunda unión entre la naturaleza y el trabajo humano, y que exige conocimiento, pasión y entrega. Cada vino captura los aromas y sabores de un lugar y de un instante únicos, convirtiéndose en expresión de la tierra y del alma de quienes la cultivan.
 
En esta región existen viñedos desde el siglo I a. C., introducidos por los romanos en torno a sus campamentos y villas durante la conquista de Hispania. Más tarde fueron conservados por los visigodos y ampliados por los monjes benedictinos, que los extendieron por los vastos dominios de sus monasterios. Puede decirse que ha habido vendimias continuas durante más de dos mil años, con algunas interrupciones significativas, como en parte del dominio musulmán, hacia el año 1000, o en la década de 1880, cuando la plaga de la filoxera arrasó los viñedos europeos.
 
El auge de las explotaciones vinícolas llegó a mediados del siglo XX, pero desde entonces han ido decayendo progresivamente. Aun así, persisten algunas viñas y bodegas en localidades como Villalmán, Sahagún, Calzada, Bercianos, Grajal, Gordaliza, Joarilla y la zona de Las Matas, Matallana y El Burgo. La vendimia, que antes se realizaba de forma manual con la participación de familias y temporeros próximos, combina hoy maquinaria y mano de obra migrante, en muchos casos procedente de lugares lejanos.
 
Por esta zona, a la época de la vendimia siempre se la ha llamado ‘Las Vendimias’, en plural, dándole así una categoría especial. ‘La vendimia’ alude únicamente al acto de cortar uvas en un lugar y momento concretos, mientras que el plural, ‘Las Vendimias’, evoca un tiempo colectivo que abarca lo festivo, lo cíclico, lo ancestral y lo simbólico. Una auténtica estación cultural del año, más allá de las cuatro que marca el calendario.
 
Existe, por tanto, un Tiempo de Vendimias: una estación propia y diferenciada. El escritor leonés Ildefonso Rodríguez, vinculado a Mansilla, tituló a finales de los años ochenta un poemario vivencial con el nombre La triste estación de las vendimias, donde reivindicaba el poder de esta ’quinta estación’ arraigada en la memoria comunal. En ese espacio poético, las vendimias se convierten en metáfora de la madurez, del desgaste, del paso del tiempo... Es una estación que huele a vino, a tierra húmeda, a trabajo... y también a despedida de la luz del verano. Porque el verano, por aquí, no acaba hasta que terminan Las Vendimias.
 
No se trata de un acto aislado, sino de toda una temporada intensa, con muchos días, muchas cuadrillas, muchas bodegas, muchos trabajos y también muchas celebraciones. Las vendimias tienen sus propios rituales, olores, sonidos, amores, vestimentas y hasta peligros. 
 
También han generado su propio lenguaje y sus refranes. El dicho popular ‘Pasarlas más putas que en vendimias’ refleja por qué se perciben como un periodo particular, no solo cultural y poético, sino también intensamente laboral y vital. Era, y sigue siendo en algunos lugares, el trabajo agrícola más duro del año: coincide con un momento cuando aún aprieta el calor durante el día, pero ya refresca por la noche, cuando hay chubascos inesperados que ensopan al personal y preparan barrizales colosales que dificultan el tránsito de carros y vehículos. Implica jornadas largas, cuerpos agachados cortando racimos, cargando terreros, pisando uvas, lavando tinos y carrales o trasladando mostos, a veces soportando el tufo de las bodegas.  Además, supone una carrera contra el reloj porque había que recoger la uva en su punto justo, antes de que se estropeara por la excesiva maduración o por el mal tiempo y tenerlo todo resuelto ante la inminente llegada de las labores de arada para la sementera.
 
Al final, se puede decir que las vendimias no solo recogen uvas: recogen memorias, esfuerzos, temporadas y despedidas. Son el canto último del verano y el primer susurro del otoño; una coreografía antigua de manos curtidas, tierra húmeda y mostos fermentando en silencio. Cada racimo cortado es un gesto heredado, cada gota de vino un eco del tiempo. En esta ‘quinta estación’, que no marca el almanaque, pero sí la conciencia, se celebra la plenitud antes del descenso, la abundancia antes del reposo. Y aunque queden pocas viñas, mientras alguien siga cortando uvas al sol de septiembre, Las Vendimias seguirán siendo un rito, una vivencia social y una forma de resistir al olvido.
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