Redacción Redacción
Miércoles, 19 de Febrero de 2014

Una pasión entre fogones, premio del I Concurso de Microrrelatos de la IGP Lenteja de Tierra de Campos

Raquel Villanueva Lorca, de Ponferrada, ha conseguido hacerse con el premio del I Concurso de Microrrelatos organizado por la Indicación Geográfica Protegida Lenteja de Tierra de Campos en colaboración con varios grupos de acción local de la región, Adescas (Sahagún-Sureste de León), entre otros.
El premio consiste en un fin de semana (dos noches para dos personas con desayuno incluido) en un centro de turismo rural de la comarca y doscientos euros como bolsa de viaje.
Fueron un total de 355 microrrelatos llegados de toda España seleccionándose un total de 10 finalistas: 


La batalla más importante
Sucedió mientras las lentejas, puestas al fuego desde hacía un buen rato, comenzaban a estar en su punto. Era todo un clásico en nuestra familia que la mañana después del día de Reyes, las lentejas presidieran la mesa. Todo un desafío a la cuesta de enero. Mi madre siempre decía lo mismo: “Con las lentejas nunca se falla porque tienen mucho hierro y ayudan a ganar todas las batallas”. Ese día estaba muy seria, y las lentejas olían como nunca. Ninguno de nosotros, ya mayores, había faltado a la cita navideña y eso era muy importante para mamá. Pasada la magia de las fiestas, la normalidad se imponía y el aroma de las lentejas con sus verduras y su choricito tenía gran parte de la culpa. “Tengo cáncer”, lo dijo muy bajito, como si quisiera que con sólo decirlo fuera posible espantar el mal. Pero todos los oímos y callamos aterrados. “No quería estropearos las fiestas”. Un silencio denso llenó toda la sala hasta que mi hermana mayor se puso en pie y la abrazó diciendo: “Todo va a salir bien, y ahora cómete esas lentejas que tienes que estar muy fuerte para ganar esta batalla”. 
Marimariña

Píldoras para imaginar 
Entonces las lentejas se ponían a remojo el día antes, pero primero había que escogerlas. Mi madre sacaba del armario uno de aquellos paquetes de papel de estraza y vertía un montoncillo sobre el hule de la mesa. Había que extender las diminutas lentes verdosas y ocres en una fina capa, sobre los cuadros azules y blancos, e ir separando para un lado las buenas, para otro las secas, las cocosas y las piedras. Aquellas piedras que, cuando se colaban en el puchero, rechinaban en la boca, y que habían hecho que mi padre aborreciera ese potaje desde los lejanos tiempos de la mili. Pero él trabajaba fuera muchos días, y mi madre aprovechaba sus ausencias para poner a cocer las pildoritas parduscas ricas en hierro que el médico me había recomendado. El escoger lentejas me provocaba una suerte de distanciamiento y mi imaginación comenzaba a perderse entre el suave rumor de las esferas.  
Es por eso que ahora mezclo a veces las limpísimas lentejas del supermercado con un puñado de piedras muy pequeñas, para luego entretenerme en separarlas, con la esperanza de alcanzar por un momento aquel estado tan feliz de entonces.
Adamástor

GANADOR Microrrelato 
Sucedió mientras las lentejas hervían en la olla. Yo estaba de espaldas, no le veía, pero sabía a ciencia cierta que estaba allí. Notaba su mirada, su respiración y esa interrogación que siempre flotaba en el aire cuando él aparecía. Yo, disimulaba dando vueltas con la cuchara de madera, mientras los buenos olores del plato en preparación iban llenando la estancia. Supe que se había levantado, lo sentí acercarse, lo percibí detrás de mí, quieto, parado allí. 
— Sabes que me vuelven loco las lentejas, casi tanto como tú —. Sonreí ante su afirmación y me recline un poco hacía atrás, hasta sentir su cuerpo contra el mío. 
 Ese día las lentejas se me pegaron a la olla. 
Antonia Grandes

Piedras preciosas
Al calor del brasero, la vieja se dispone a separar piedras preciosas con la ayuda de una lupa de gran aumento. A un lado va apartando cuidadosamente las piedras preciosas, mientras  arroja a un recipiente el resto del material. Las piedras están formadas por fragmentos de sílice o de arenisca. Y son preciosas porque pueden machacar varias piezas dentales si se incorporan al guiso por descuido. En total, seis piedras.  A mil quinientos euros cada implante dental, hagan cuentas… El resto son lentejas.
Cícer Arietinum

Bocadito de recuerdo fugaz con lentejas
He vaciado en un cuenco grande un par de paquetes de medio kilo de lentejas para que quede rebosante. Se lo he acercado a mi padre, he cogido su mano y he ido hundiéndole los dedos en las legumbres secas, tal y como le gustaba hacer de pequeño. Me lo había contado cada vez que veíamos el saco de lentejas en la parada del mercado.
Su enfermedad hace que no tenga memoria, ni voluntad para pedir cosas; tampoco de agradecerlas; pero en ese momento sus ojos han brillado durante un segundo; lo suficiente como para que merezca la pena volver a regalarle este bocadito.
Alz

Juego, lens y partido 
Y ahora, ¿por qué? Estaba colocando los platos sobre la mesa, mientras reposaba el suculento estofado de lentejas que acababa de preparar, cuando otra vez me puso la mano encima. Otra promesa rota, como mi labio, tembloroso al contemplar los ojitos de mi niña infectados de terror; mi única vida se escondía detrás de la trébede con un ahogado sollozo, con las manos cubriendo sus oídos en un vano intento de exiliar los gritos que la persiguen hasta en sueños. Pero en esta ocasión la tapa de la olla me pareció más liviana que nunca. Recordé el revés a dos manos que me hizo famosa en los torneos de tenis que disputaba en mi juventud. Potencia, técnica y colocación me permitieron conseguir el punto definitivo, el tanto de la victoria. Me sentí la reina de la pista, la número uno mundial, de nuevo imbatible. Mi alma se inundó de un apacible silencio, el universo tornó a brillar con su mágica luz, y la casa se llenó del exquisito aroma que procedía de las lentejas recién destapadas. Solamente él no lo podía oler.
Juanillo el Juglar

Microrrelato
Sucedió mientras las pequeñas lentejas bullían cautivas en el hirviente puchero, esperando ser comidas con  pan recio y vino tinto de una vieja bota de cuero. Sucedió que nací recién  llegada mi madre del campo y antes de parir sirvió los platos, mujer de hierro y caricias. Que te vi bebiendo en la fuente limpia y jamás dejé de amarte, que llegó una guerra y la patata reemplazó al chorizo en la olla de los viernes de mercado y en otras muchas ollas racionadas con lentejas a diario, pero así sobrevivimos y nuestros hijos medraron. Sucedió que  la vejez no apagó el brillo de tus ojos verdes y los nietos corrieron tras de ti estorbando en la cocina, y la comida que antaño fue por fuerza ahora era motivo de fiesta. Que el sol no dejó de calentar, ni la lluvia de regar las tierras pardas donde la humilde lenteja creció tenaz en los surcos cada verano, venciendo a la rastrojera. Invierno y verano, siembra y cosecha, legumbre y flor,  amor y guerra, mientras guisaba lentejas sucedió la vida y la muerte llamó a la puerta.
Odiseo 

De lentejas sé un rato
Salvo mi abuela enjuta y retorcida sobre su eje como olivo centenario, nadie daba un duro por mí. De feo que era ni querían besarme. Nací inesperado, tardío y  enclenque. Mi madre quedó seca tras el alumbramiento. Era tal su barriga que todos barruntaban mellizos. Fue el primero de los engaños: apenas ocupaba en aquel abultamiento.
Sin armas para luchar, fue una beata la suministradora del líquido de sus rentables ubres  por las pocas sobras de mi familia.
Pero más que crecer, menguaba y el doctor averiguó que aquello tenía apenas leche, más bien vulgar agua del manantial. ¡Vaya con la beata!
Mi abuela sufría de verme llorar y dándome todos por perdido, que poco más se podía perder, hizo una pasta con lentejas que habían sobrado y agua clara, que a eso ya estaba hecho mi paladar. Lejos de escupir, era tal el ansia que ávido y con gusto ingerí la humilde papilla. A hurtadillas cada día, entre leche aguada de cabra, cucharada para adentro. Y de enclenque a canijo, de canijo a menudo y de menudo a pequeño. 
Así es que de tetas poco sé, pero de lentejas… de eso sé un rato. 
Fermina Viñuela

Aquellas lentejas 
Ese día yo desperté al gallo. Ni rastro de la pereza que me ataba al catre cada cameladora madrugada. Empezábamos la cosecha de la lenteja y dispares cuadrillas se apiñaban ya en la árida tierra, a la par que otras se apeaban con desgana de los destartalados carros,  dispuestos todos a recoger a golpe de hoz, el fruto amarillento que el inicio del verano regalaba. El suave horizonte ajeno a cualquier elevación apenas perturbado por un incipiente sol, firme promesa de sudor para todos.
Voces cantarinas rompían la madrugada cuajada de mujeres a las que la coquetería les permitía mostrar levemente los ojos, protegiendo la albura de su aun joven piel, hombres con viejas camisas vistiendo sus fuertes brazos y cubiertos con holgados sombreros de paja, que escasamente evitaban el calor. 
Risas, chistes y suspiros, canciones, versos y oraciones… todo para aliviar la penosa tarea. 
- Callas mucho hoy. 
Y es que desde la noche anterior, todo estaba ya dicho: - Padre, me quiero casar.
 -Bueno hija, ya tienes edad. Este año el jornal de las lentejas será para tu casorio. Septiembre es la mejor fecha. Por  San Miguel, si la cosecha es buena, celebraremos los esponsales.
Fermina Viñuela

Receta para un cuento
 Se lavan las palabras en agua de RAE. Una vez limpias se vierten en una olla grande, añadiendo el punto de vista cortado en rodajas, el espacio y el tiempo troceados en tres o cuatro dimensiones. Se cubre todo de imaginación y se deja cocer a fuego lento, removiendo de vez en cuando para que no aparezcan barbarismos. Mantener a fuego lento durante 45 minutos, que aprovecharemos para almorzar un sabroso plato de lentejas (los estómagos vacíos han dado excelentes resultados literarios en contadas ocasiones y abandonos estrepitosos la mayoría de las veces). Pasado este tiempo, se puede preparar un sofrito de metáforas o sazonar con doble sentido, al gusto.
Fuego Lentillo 
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