Néstor Hernández Alonso Néstor Hernández Alonso
Miércoles, 13 de Agosto de 2014

La carta

Querido apóstol Santiago: Te escribo desde al albergue de Calzada del Coto, un puerto en sudeste de la provincia de León, a donde he llegado esta tarde, después de una etapa muy exigente desde Cervatos, en la provincia de Palencia. Mis pies se niegan a caminar; las bojas han hecho de las suyas y les han convertido en una extensa llaga rojiza, salteada de puntos blancos. Los he introducido en una palangana, con sal, y he vendado las heridas, pero, al intentar andar, el dolor es tan intenso que he tenido que desistir. Por eso te escribo esta carta: para rogarte que me disculpes. Volveré el próximo el próximo verano, te lo prometo.
El alguacil del pueblo, un muchacho barbudo, servicial, me llevó la carta al buzón. Escribí esta dirección, a bolígrafo, con letras mayúsculas: Apóstol Santiago, Catedral de Santiago, S/N. Santiago (Galicia). Confío en que no se pierda, como le ocurrió a Jean, el francés que duerme debajo de mi litera, a quien la noche pasada oí en sueños que el Apóstol no le había contestado porque no completó las señas.

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