David García Menendez David García Menendez
Viernes, 15 de Agosto de 2014

Camino

Seguí avanzando. Vi el humo a kilómetro y medio de la colina. Era escaso, pero se decía que Grajal de Campos era poca cosa como ciudad. Quizás era cierto, pero la realidad es que pertenecía a algo mucho mayor. Llevaba casi cuarenta días de Camino, y había pasado por momentos de soledad, angustia, añoranza, cansancio, desamparo, tristeza y dolor. Seguí avanzando. Los pies me sangraban a cada paso, el aire me hervía en los pulmones sin que pareciera que inspirara oxígeno, el sudor caía por mi frente goteando sin tregua. Seguí avanzando. Después de más de mil años de Camino, yo para él no significaba nada, no era un rey, no era un noble, no era un santo, y sin embargo, me estaba tratando como a cualquier otro. Me estaba cambiando. Seguí avanzando. Cada paso era dolor, y era alegría; era sufrimiento, y era mejora; era un suplicio, y una bendición. Seguí avanzando. El Camino es la vida, y la vida es de los constantes. Seguí avanzando.

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