Del Jueves, 18 de Septiembre de 2025 al Domingo, 28 de Septiembre de 2025

¡Cómo cambia el Camino!
-¡No voy a la guerra…!- ella hizo un mohín de desaprobación con los labios.
-¿Me llamarás?
-Humm- contesté bromeando.
Me sobrevino su recuerdo al entrar en Arenillas de Valderaduey y cruzarme con una chica de verde. Diana vestía de ese color cuando nos despedimos…
Sellé la credencial y como no sentía cansancio, decidí continuar hasta Sahagún. Había conocido a peregrinos que doblaban etapas como quien dobla un papel y también yo quería ser uno de ellos…
Atardecía cuando un land-rover de la benemérita me adelantó y se detuvo junto a mí.
-¿Miguel Suárez?- asentí afirmativamente- Han llamado al albergue de Arenillas y al de Grajal y como no han podido localizarlo… Es urgente- y me entregó una nota con un número que reconocí al instante.
En medio de la nada, ¡y ya es decirlo todo!, escuché a Diana gimotear al otro lado del teléfono, culpándome porque durante mi “estúpida peregrinación” se había dado cuenta de sus sentimientos y lo mejor para ambos era cancelar nuestra boda. Una voz masculina, lejana pero audible, le dictaba lo que tenía que decir…
Tras devolverle el teléfono al agente, permanecí un rato sentado, pensando cómo cambia el camino incluso a los que no inician viaje…
-¡No voy a la guerra…!- ella hizo un mohín de desaprobación con los labios.
-¿Me llamarás?
-Humm- contesté bromeando.
Me sobrevino su recuerdo al entrar en Arenillas de Valderaduey y cruzarme con una chica de verde. Diana vestía de ese color cuando nos despedimos…
Sellé la credencial y como no sentía cansancio, decidí continuar hasta Sahagún. Había conocido a peregrinos que doblaban etapas como quien dobla un papel y también yo quería ser uno de ellos…
Atardecía cuando un land-rover de la benemérita me adelantó y se detuvo junto a mí.
-¿Miguel Suárez?- asentí afirmativamente- Han llamado al albergue de Arenillas y al de Grajal y como no han podido localizarlo… Es urgente- y me entregó una nota con un número que reconocí al instante.
En medio de la nada, ¡y ya es decirlo todo!, escuché a Diana gimotear al otro lado del teléfono, culpándome porque durante mi “estúpida peregrinación” se había dado cuenta de sus sentimientos y lo mejor para ambos era cancelar nuestra boda. Una voz masculina, lejana pero audible, le dictaba lo que tenía que decir…
Tras devolverle el teléfono al agente, permanecí un rato sentado, pensando cómo cambia el camino incluso a los que no inician viaje…
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