Rutinas en el Camino

Amancio, que no era muy sociable, llevaba ya quince etapas desde que partiera solo de Roncesvalles siguiendo el Real Camino Francés. Mientras descansaba en el albergue de Calzada de Coto, reflexionó sobre lo que estaba siendo para él el camino. Se levantaba siempre temprano y a las siete ya estaba en marcha. El "¡buen camino, peregrino!" lo venía escuchando y repitiendo cada día, a la misma hora y a las mismas personas - las dos chicas brasileiras, el matrimonio catalán, el ferroviario asturiano, los estudiantes de Jerez... -, conforme las iba encontrando en el recorrido. Harto de tanta rutina decidió que, al día siguiente, en la bifurcación, tomaría la senda de Calzadilla de los Hermanillos, por lo que le habían dicho, más dura y, probablemente, menos transitada. Además, adelantaría su salida en una hora. Con ello esperaba evitar encontrarse un día más a los mismos caminantes. 

No lo consiguió. Todos habían decidido lo mismo.