El Camino de Santiago ofrece lo que buscamos

Esta mañana 24 de diciembre, salgo tarde de Sahagún y llego a mediodía a Calzada del Coto para pisar la tierra de la Calzada Romana o Trajana.

Iba pensando que el Camino de Santiago es el altar en el que me ofrezco. No me preguntéis a quien o a qué; al mismo tiempo meditaba sobre las cuestiones de “los límites”.

El Camino me habla de que existen unos límites que son humanos del mundo del que procedo, ahora sencillamente pertenezco al tiempo y al espacio de lo sagrado. Poco a poco me voy dando cuenta de que los límites humanos son hermosos, tienen un ritmo propio y sólo lo más importante tienen sentido.

En todo este tejido es donde el Camino parece que tiene algo que ofrecer., por cierto que casi siempre nos ofrece aquello que no buscamos.

Con estos pensamientos atravieso Calzada del Coto y entro en el bosque de Valdelocajos y las encinas me contemplan como sorprendidas de ver un peregrino en invierno. Un miliario me recuerda las huellas romanas y las de millones de peregrinos que pisaron este Camino que los llevaba a la tumba del Apóstol.

Quiero llegar a Mansilla, entro en Calzadilla de los Hermanillos y sale una familia que me pregunta:

-¿Adonde va peregrino?

A Mansilla

-No peregrino esta noche es Nochebuena y cenas con nosotros.

El Camino nos ofrece aquello que no buscamos.