Laura Arjonilla Cristóbal Laura Arjonilla Cristóbal
Martes, 02 de Septiembre de 2014

Confesión

Envidio su paso tortuoso, abriéndose camino a través de Puente Canto. Envidio sus cuerpos cansados, en pugna con su vista, dispuesta a no perderse nada. Envidio sus espaldas que, maltrechas por el peso de una vida, recuperan su fuerza bajo aquellas mochilas henchidas de promesas. Envidio sus fracasos, sus tristezas, todos los motivos que les empujaron a caminar. Les envidio, porque sé que sus equipajes a cada paso son más livianos. Desde mi campanario les observo. Les envidio en silencio. Vuelo tras ellos una pequeña distancia, la suficiente para atisbar un retazo de sus vidas. Después retomo el camino a casa, me acurruco en mi nido, sobre la Ermita de Sahagún. Quién pudiera ser caminante, deconstruyéndose para volver a construirse en cada piedra, en cada sendero, en cada caída, en cada paso adelante. En este camino, como en la vida, lo verdaderamente hermoso es el “durante”. 
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