Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

Siete pueblos, dos caminos
Leí hace un par de meses un cartel de vinilo, de cierta comarca próxima a León por el camino de Santiago, que recomendaba parar a reposar en Sahagún donde auguraba un lugar tranquilo y cargado de hospitalidad para aquel que la necesitase. También recomendaba, si se precisaba, hacer noche en un hostal que no recuerdo el nombre pero andaba por los alrededores de la Avenida de la Constitución, donde se podía sentir uno (según el cartel) más cerca de Santiago de lo que lo ha estado nunca. Siendo yo un hombre muy espiritista decidí dormir allí. A la mañana siguiente volví a emprender el viaje por esas tierras doradas pero con el camino bermejo. Al estar ya en marcha me percaté que me había olvidado en el hostal mi vieira de Santiago que compré como amuleto y que rompí por la parte inferior para llevarla atada. A la altura de El Burgo Ranero tropecé con un objeto que resultó ser mi misma vieira. No me he preguntado nunca que ocurrió pero advierto a quien crea que no le puede pasar que, efectivamente, me sentí como Santiago: volviendo inefablemente donde me correspondía.
Leí hace un par de meses un cartel de vinilo, de cierta comarca próxima a León por el camino de Santiago, que recomendaba parar a reposar en Sahagún donde auguraba un lugar tranquilo y cargado de hospitalidad para aquel que la necesitase. También recomendaba, si se precisaba, hacer noche en un hostal que no recuerdo el nombre pero andaba por los alrededores de la Avenida de la Constitución, donde se podía sentir uno (según el cartel) más cerca de Santiago de lo que lo ha estado nunca. Siendo yo un hombre muy espiritista decidí dormir allí. A la mañana siguiente volví a emprender el viaje por esas tierras doradas pero con el camino bermejo. Al estar ya en marcha me percaté que me había olvidado en el hostal mi vieira de Santiago que compré como amuleto y que rompí por la parte inferior para llevarla atada. A la altura de El Burgo Ranero tropecé con un objeto que resultó ser mi misma vieira. No me he preguntado nunca que ocurrió pero advierto a quien crea que no le puede pasar que, efectivamente, me sentí como Santiago: volviendo inefablemente donde me correspondía.
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