Día Domingo, 28 de Septiembre de 2025

FIRMAS
Conservemos lo antiguo
En todos los pueblos existe algún edificio singular, tal vez sin importancia artística, pero sí histórica, por sus relevancia en tiempos pasados. Estos últimos días he visto alguno de la zona en Internet: escuelas, ermitas e iglesias, ayuntamientos o casas de concejo, enseñando sus años a los curiosos a través de viejas y amarillas fotografías. En mi pueblo, Calzada, alguno ha muerto, víctima de la desidia y del abandono, fruto del desconocimiento hacia una edificación de pasado glorioso y remoto. Otros siguen ahí, reformados, útiles, con funciones nuevas, adaptados a los deseos de la población actual. Me estoy refiriendo al Hogar Juvenil y a las viejas escuelas de niños y niñas.
El Hogar Juvenil ha servido para todo: salón de juegos, biblioteca, lugar de reuniones, teleclub… Recuerdo con añoranza, en los inicios de la década de los sesenta del siglo pasado, a la televisión abriendo los ojos de niños dormidos por medio de series americanas y al cura vigilando la puerta de entrada, si la película o serial no era tolerada (cortadas estaban todas). Aquellos programas derribaron fronteras y trajeron ilusiones a las mentes infantiles de niños y niñas desconocedores de otros mundos. El otro edificio son las viejas escuelas, hoy convertidas en centro de formación de Asprona y en un bonito albergue de peregrinos, ambas adaptaciones afortunadas y cómodas. Cuando entré en la escuela de niños, oí de nuevo el canto de la tabla de multiplicar, en corrillo, degusté el queso amarillo y la leche en polvo, me senté en la pequeña mesa de madera, con tintero incluido, y escuché un trozo del Quijote. “En verdad, detrás de estos edificios se esconde la infancia, nos la recuerdan”, me dije sonriente.
Por estas razones, aunque parezcan sentimentales y torpes, me gustaría que cada pueblo luchara por estos edificios, que seguro los tiene, y no permita un mal uso o su derribo. Todos debemos conocer que lo grande de cualquier población está en su pasado; sin él, el presente carecería de raíces y el futuro esperanza. Conservemos, por tanto, lo antiguo, si queremos que el presente y futuro tengan donde sostenerse.
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Luis Ángel | Viernes, 02 de Junio de 2017 a las 21:37:44 horas
Da pena ver caer lo que fue el decorado de nuestra infancia o juventud, pero no recobraremos la juventud ni la infancia pinando edificios en ruinas.
A mi me dan pena las ruinas porque hablan de lo que se nos ha caido, más que por viejo, por inútil.
Una escuela no se cae por vieja y abandonada, se cae porque no hay niños.
Una ermita no se cae por el peso de los siglos, se cae porque ya no queda quien vaya a las romerías del patrón.
Un castillo no muere derrotado y tomado al fin por el abandono, porque no lleguen fondos para su restauración, sino porque ya no nos quedan más guerras que perder.
Nuestro patrimonio es un bien porque nos enseña, y no queremos aprenderlo, que la ruina de nuestro pueblo es la que hemos permitido. La administración no arregla ermitas, porque necesita asfaltar calles, mantener colegios y para todo no da.
Nuestro problema es que queremos resucitar a nuestros muertos, sin mantener a nuestros vivos. Queremos seguir siendo pastores, cuando nada valen la leche, ni la lana, labradores, cuando no somos en eso productivos.
Nuestro patrimonio se muere, advirtiéndonos de que nosotros ya lo estamos haciendo. Estamos muertos y sin herederos.
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