Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

Firmas
Agosto se va
Agosto se va, y se lleva el calor de un mes difícilmente repetible, con él desaparece el olor a chorizo y a panceta caliente, el bullicio en las plazuelas, que quedan prácticamente desangeladas. Se cierran ventanas y puertas con pocas esperanzas de permitir el paso del sol y del aire en menos de tres meses. Se produce un intenso desfile de maletas hacia la urbe, es como si el aullido del lobo avisase a la manada para indicar el retorno. Es la época del reclamo; para algunos, son las obligaciones familiares (nietos, biznietos,..) para otros, las laborales y para muchos, cada vez más, la emoción que producen las luces de neón en las noches frías de invierno. Las tardes sombrías en la ciudad se pueden combatir de otras maneras: aprovechando el calor de pasillo en los centros comerciales, y quién sabe (piensan animados), siempre puede aparecer alguien del pueblo ‘algún conocido’ como decimos por estos lugares, es el momento de preguntar por los pocos que han quedado, de echar una parlada, de buscar entre el gentío una cara amiga.
Ironías de la vida: nos jubilamos y al momento nos trasladamos a más de 60 kilómetros para combatir el frío, para conversar con los mismos que tenemos cerca de nuestra casa del pueblo, con esos que fortuitamente han ido de compras, o a una cita médica.Parece, que es inevitable, los pueblos como las bicicletas son sólo para el verano.
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Agosto se va, y se lleva el calor de un mes difícilmente repetible, con él desaparece el olor a chorizo y a panceta caliente, el bullicio en las plazuelas, que quedan prácticamente desangeladas. Se cierran ventanas y puertas con pocas esperanzas de permitir el paso del sol y del aire en menos de tres meses. Se produce un intenso desfile de maletas hacia la urbe, es como si el aullido del lobo avisase a la manada para indicar el retorno. Es la época del reclamo; para algunos, son las obligaciones familiares (nietos, biznietos,..) para otros, las laborales y para muchos, cada vez más, la emoción que producen las luces de neón en las noches frías de invierno. Las tardes sombrías en la ciudad se pueden combatir de otras maneras: aprovechando el calor de pasillo en los centros comerciales, y quién sabe (piensan animados), siempre puede aparecer alguien del pueblo ‘algún conocido’ como decimos por estos lugares, es el momento de preguntar por los pocos que han quedado, de echar una parlada, de buscar entre el gentío una cara amiga.
Ironías de la vida: nos jubilamos y al momento nos trasladamos a más de 60 kilómetros para combatir el frío, para conversar con los mismos que tenemos cerca de nuestra casa del pueblo, con esos que fortuitamente han ido de compras, o a una cita médica.Parece, que es inevitable, los pueblos como las bicicletas son sólo para el verano.
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