Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

Mujer. Familia
De mi memoria
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Tuve la mala suerte de perder a mis abuelas en aquella época en la que sólo me importaba el tamaño de mis tetas, la marca de mis vaqueros y ese chaval desgarbado que conducía sin carné. Las perdí, para mi desgracia, justo cuando mis prioridades pasaban por regatearle la paga al ‘viejo’, comprar tabaco y agarrarme una buena curda el sábado por la noche para volver victoriosa el lunes al instituto y contar las proezas del fin de semana. Se me fueron la dos antes de que me diese cuenta que su vida, que sus historias, merecían más la pena que escuchar los berridos de un beodo a la puerta de la discoteca intentando llevarse a alguna incauta a la cama… ¿quién no picó?... Cómo lo lamento… cuando veo vuestras fotos y, en ellas, rostros arados, curtidos, sabios, serenos. Cuánto me arrepiento… cuando asaltan los recuerdos y, en ellos, lutos de dolor y de férreas costumbres que os impidieron hacer, ser libres. Cuánto os echo de menos… cuando necesito consejos sin paños calientes, saber de mi propia memoria.
Tuve la mala suerte de conocer a mi madre cuando sólo me importaba encontrar la excusa perfecta para pirar de casa, dejar el hogar, volar, los otros aromas… cuando su presencia me incomodaba, cuando renegar de su vientre me hacía sentir poderosa. Perdí mi tiempo y ella perdió el suyo, intentando sujetar mi mano y, paciente, educarme en la sencillez, la empatía… esos valores humanos que ahora proclamo y que no hace tanto rechacé sin pudor. Cómo lo lamento… cuando, al mirarte, advierto las marcas del trabajo duro y la generosidad mayúscula que no veo en las mías. Cuánto me arrepiento… cuando, al escucharte, dibujas ese álbum lleno de recuerdos, buenos, fotos de las que me escondía con cara de ‘me la pela’. Cómo te echo de menos… cuando necesito consejos sin paños calientes, saber de mi propia memoria.
Tuve la mala suerte de conocer a mi hermana cuando nuestros caminos ya se habían separado, en aquella época en la que ella sólo era un pequeño lastre que me aguaba la fiesta y se chivaba de mis vicios. La perdí, para mi desgracia, justo cuando más necesitaba escuchar mis defectos y no las virtudes que con tanta generosidad me regalaban los que entonces creí mi familia. Perdí y mi tiempo y ella perdió el suyo, dejándose la voz entre la sombra.Cómo lo lamente… cuando, al mirarte, me doy cuenta de lo lejos que quedaron esas tardes de juego y risa pura. Cuánto me arrepiento… cuando, al mirarte, veo otra mujer, otro yo. Cómo te echo de menos… cuando necesito consejos sin paños calientes, saber de mi propia memoria.
Pero tuve la suerte de recobrar la cordura; algo de cordura. Mi familia. La que ahora crece y suma sillas a la mesa. Mi familia. La de esas mujeres fuertes, amorosas, buenas, generosas, a las que debo tantas horas… Mi familia, mis mujeres. Para ellas todo. Os quiero.
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Quirino | Lunes, 12 de Marzo de 2018 a las 22:54:09 horas
Eres valiente. Recordar como tú recuerdas, no siempre es grato, ni nos lleva a descubrirnos como nos imaginábamos. Tanto tú, como Gaspar en su escrito de esta semana, habláis de la generosidad de nuestros abuelos, de nuestros padres, una generosidad que yo recuerdo cada día, repito: cada día y, a la que yo no consigo llegar. Espero que la vida y el recuerdo de todas estas personas que queremos y añoramos, nos ayuden y nos empujen a ser un poco mejores.
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