Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

Biodiversidad
Mi vecino es un animal
Los núcleos urbanos conforman un ecosistema por si mismos al igual que las riberas o los bosques, si bien guardan una importante diferencia con estos últimos: son artificiales, creados por el hombre.
Como para todo, debemos distinguir entre grandes ciudades y pequeños núcleos, como serían, en este caso, nuestros pueblos. No obstante, encontramos en ambos animales adaptados a vivir a nuestro lado. Y es que, cuando se asienta una población, la fauna que estaba en ese territorio ‘ocupado’ no desaparece, si no que se va sustituyendo por otra; la adaptación es la clave, aquellos organismos que se han podido adaptar a las ciudades finalmente han encontrado en ellas su hogar.
Las poblaciones aportan a los animales calor, en los centros neurálgicos la temperatura se eleva respecto a la periferia debido a las chimeneas y los edificios hacen las veces de cortaviento; también les ofrecen alimento, los vertederos, cubos de basuras y despensas son auténticos ‘fast-food y, por último, protección: en las ciudades hay menos depredadores que en el campo abierto. Por todo ello muchos han venido para quedarse y es justo que así sea pues estaban antes que nosotros.
Por nuestra parte, sobre todo a los que nos gustan los animales, podemos observar ciertos comportamientos sin salir de casa, como si ésta fuera un documental de ‘La 2’. Estamos rodeados de palomas, gorriones, cigüeñas, en unos pocos días golondrinas, ratones, sapos, ranas, lagartijas, lagartos, mariposas, cucarachas, arañas... y si a esto unimos que nuestra población es pequeña tendremos el lujo de cruzarnos con una libélula antes de entrar en el banco y con milanos oteando desde las alturas.
Sin darnos cuenta somos verdaderos especialistas de aquellos animales que viven cerca debido a que están dentro de nuestra cotidianidad, sabemos cuándo vienen las cigüeñas, cuándo crían los estorninos, cuándo hay más arañas, cuándo se meten los grillos en casa…
Nuestros vecinos animales en estas condiciones tienen tasas de reproducción menor, pero las tasas de supervivencia son mayores, es decir, crían menos pero viven más. Esta situación tiene cierta dosis de peligro, y es que, a alimentarles de una manera habitual (no hablo de tirar miguitas o 'gusanitos' a los pájaros lo cual es un aliciente para que a los niños les empiece a ‘picar el gusto’ de la naturaleza) se acostumbra a grupos de animales sin dueño y sin supervisión sanitaria a esa alimentación ‘externa’. El resultado es que crían sin control, pudiendo enfermar, y lo que en una situación normal quedaría reducido a un par de individuos, podría provocar un problema de salud pública. No debemos olvidar que los animales regulan su población dependiendo del alimento y del cobijo del que dispongan y cada zona tiene sus propias características para una población determinada. Los animales en estas condiciones se pueden convertir en plaga, debemos tener en cuenta que una rata gris por muy fiera y ‘asquerosa’ que nos parezca no deja de ser una especie más, Rattus norvegicus, para ser más exacto. En este sentido, su aumento en el número y su característica de vector de enfermedades es culpa nuestra, debido a los acúmulos de basura en las que se han adaptado a vivir. Cierto es que cuando se convierten en plaga hemos de actuar pues es difícil vivir al lado de un dormidero de estorninos o en un ático en A Coruña, donde las gaviotas, parecen haber salido de la película de Hitchcok.
Mientras eso no ocurra debemos aprender a vivir con estos animales y, por qué no, aprovecharlo en nuestro beneficio, por ejemplo, en el caso de las golondrinas. Cuántas veces hemos visto tirar sus nidos globosos de barro porque manchan la fachada, (aprovecho para decir es sancionable), ¿alguien tiene idea la cantidad de insectos que comen y qué ocurriría si dejan de criar a nuestro lado?. En resumidas cuentas: nos comerían los mosquitos, en vez de las golondrinas a ellos.
Lo mismo ocurre con las arañas de las casas, no digo que debamos compartir cama con una araña peluda pero alguna tela de araña, aunque no esté bien vista por decoradoras y vecinas, hace su función natural de atrapa moscas y que en muchos países incluso están protegidas.
Al igual que nosotros nos debemos adaptar a ellos, algunos animales de ciudad ya lo han hecho a nosotros, se habla del fenómeno de sinurbanización, mediante el cual, algunos animales han adquirido conductas innovadoras en su vida con el hombre, por ejemplo, carboneros y herrerillos que han aprendido a levantar la tapa de aluminio de los botes de leche en Inglaterra, gorriones que saben abrir puertas controladas por sensor de infrarrojos en Nueva Zelanda o golondrinas que anidan en garajes y solo entran y salen cuando las puertas se abren.
En este sentido, yo he vivido en el jardín de mis padres algo muy parecido. Una carbonera anidando en el cobertizo encima de una estantería y cómo esperaba a que nos moviéramos del jardín para ir a alimentar a sus pequeños; también la ventana de mi habitación está rodeada por hiedra y, en ella, han dormido siempre muchos pájaros. Incluso llegó a guardarse allí una lechuza.
Y es que, en condiciones naturales, los pájaros no nos dejarían acercarnos ni a 30 metros, mientras que en los núcleos urbanos se han acostumbrados y no es raro tenerlos a dos o tres metros.
Quiero decir que en la adaptación está el éxito de una población y que el mundo es muy grande, adaptémonos a ellos y aprovechemos lo cerca que los tenemos observando su comportamiento, respetando su espacio; no olvidemos que ellos estaban antes y que nosotros les hemos quitado mucho más sitio que ellos a nosotros. Es un lujo ver como cría un carbonero desde tu ventana, o un halcón peregrino en las agujas de la Catedral de León, disfrutemos de ello.
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María Luna | Viernes, 15 de Marzo de 2013 a las 08:05:31 horas
Como bien decís el tenerlos tan cerca es un lujo sobre todo para los "animaleros"!!
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