L.A.R. Peradejordi L.A.R. Peradejordi
Miércoles, 13 de Marzo de 2013

Miércoles, trece de marzo

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Toda la gente lo llama el Mesón; cuando no había otro paso que el obligado del Camino Real, era mesón y parada de postas. Los largos viajes a Santander tenían aquí, indefectiblemente, uno de sus altos.
De aquello, tan sólo queda el recuerdo y un patio grande, capaz de albergar varios carruajes, con establos, que hoy se usan como despensas, almacenes y paneras.  Lo que fue mesón y albergue, es hoy vivienda. 
Juan, es menudo, delgado y posee ese buen saber estar que tanto se agradece. A pesar de su jubilación, se le ve siempre inquieto, buscando ocupaciones, como aquél que no puede pasar ocioso las horas, sin moverse de su asiento.
Además, Juan es aguardentero. Apila en el patio enormes montones de hollejos, de uvas ya prensadas; cuando llega el tiempo, lo destila, como tantas veces viese hacerlo en su casa.
Destila con alambique, que tiene un serpentín brillante y pulido. Todos estos días de atrás, los ha pasado revisándolo; buscando alguna picadura, un poro, viendo que todo ajuste, y colocando las botellas nuevas en las que va a encorchar.
Ya ha prendido el fuego y en el calderín coloca las madres, mientras las va apretando con calma. Por fin lo tapa y a esperar. El ambiente es sofocante; el cuarto, aunque  está abierta la ventana, se convierte en un horno. En un instante, el olor del alcohol invade todo y, por el extremo del serpentín, destila, en apenas un hilillo, el primer orujo.
- Es mejor el aguardiente de alquitara - 
Afirma, mientras me ofrece en un vaso, un culín de orujo, todavía caliente.
- Pero no se acostumbra por aquí, eso es en Galicia -
Y se extiende en explicaciones que no entiendo, sobre fracciones de la destilación, sobre las uvas, sobre los impuestos... Para terminar diciendo:
- Este es el último año. Desde que desceparon, por aquí apenas encuentro material. Lo que tengo lo traje de Cigales. Y luego, Hacienda se lo lleva todo en impuestos -
El hijo me sonríe y hace un gesto, como indicándome: Es su modo de desahogar. Todos los años lo repite, amenaza, pero llegado el tiempo, le tira como una tradición que no pudiera desarraigar.
Cuando salgo, ya ha caído la tarde y el contraste del calor de dentro con el frío del patio, me hace tiritar. El olor del alcohol impregna el paisaje. Aparecen las primeras estrellas en lo alto; alguna veo titilar.
Durante toda la noche, extrayendo misterios a la uva, como un alquimista de otros tiempos, va a estar trabajando Juan.

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