Del Lunes, 29 de Septiembre de 2025 al Miércoles, 01 de Octubre de 2025

Esperando la primavera
Viernes, veintidós de marzo
Es una de esas callejas a las que no llegó el asfalto, calle de barro y cantos, tapizada con la viruta de la leña que este invierno los vecinos han cortado. Resbaladiza e irregular, está cercada por las paredes de unas cuadras y va a morir, o nacer, según se mire, en un portón desvencijado y carcomido. En un alto, ocupando un esquinazo, protegido del sol y del viento, descansa, ya para siempre, un viejo carro.
Apoya el varal en el suelo y tiene el fondo podrido. Una llanta fatigada de trajines, dejó de ser cerco de rueda y reposa sus cansancios semienterrada en el barro. Los radios de la rueda se abren al aire en abanico; perdido su límite, quisieran ser rosa de los vientos.
El moho que invade la madera, pinta el carro de color parduzco y verde. Todavía cuelga en sus costados una tablilla en la que el tiempo ha borrado las letras y los números de la matrícula.
Sueña sueños de juventud el carro: Recién salido de manos del carretero. Cuidadosamente pintado. Tratado con todo esmero. Recuerda la primera vez que dos bueyes uncidos, tiraban de él. Cuando fue refugio de amores, cobijo del sol, promesa de pan en el trigo acarreado, orgullo del labrador.
Su eje oxidado, artritis del hierro, no le dejará volver a caminar. Tiempo de reposo y silencio, hasta que lo venzan definitivamente el sol, el aire, la humedad...
Por la rueda que aún permanece entera, trepa una enredadera silvestre. La rama espinosa de una zarza, se ha apoderado del varal.
Indiferentes cruzan ante él, hombres y mujeres; se diría que ni siquiera le ven.
![[Img #2710]](upload/img/periodico/img_2710.jpg)
Es una de esas callejas a las que no llegó el asfalto, calle de barro y cantos, tapizada con la viruta de la leña que este invierno los vecinos han cortado. Resbaladiza e irregular, está cercada por las paredes de unas cuadras y va a morir, o nacer, según se mire, en un portón desvencijado y carcomido. En un alto, ocupando un esquinazo, protegido del sol y del viento, descansa, ya para siempre, un viejo carro.
Apoya el varal en el suelo y tiene el fondo podrido. Una llanta fatigada de trajines, dejó de ser cerco de rueda y reposa sus cansancios semienterrada en el barro. Los radios de la rueda se abren al aire en abanico; perdido su límite, quisieran ser rosa de los vientos.
El moho que invade la madera, pinta el carro de color parduzco y verde. Todavía cuelga en sus costados una tablilla en la que el tiempo ha borrado las letras y los números de la matrícula.
Sueña sueños de juventud el carro: Recién salido de manos del carretero. Cuidadosamente pintado. Tratado con todo esmero. Recuerda la primera vez que dos bueyes uncidos, tiraban de él. Cuando fue refugio de amores, cobijo del sol, promesa de pan en el trigo acarreado, orgullo del labrador.
Su eje oxidado, artritis del hierro, no le dejará volver a caminar. Tiempo de reposo y silencio, hasta que lo venzan definitivamente el sol, el aire, la humedad...
Por la rueda que aún permanece entera, trepa una enredadera silvestre. La rama espinosa de una zarza, se ha apoderado del varal.
Indiferentes cruzan ante él, hombres y mujeres; se diría que ni siquiera le ven.
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