Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

Cuento infantil
El otoño
Cultura / Creación literaria
En el primer claro del bosque, después de pasar el puente de piedra, el que cruza el arroyo Cantarín, está la casa de la abuela Casilda. No está lejos del pueblo, pero como dice la abuela está lo suficientemente lejos para que no le den mucho la lata. Su casa, como todas las de aquí, la forma el murete de piedra donde se guardan las cabras por la noche y sobre ese espacio se levanta la tarima de madera donde la abuela tiene la vivienda. La techumbre de ramas y paja, impermeabilizada con barro y humo, convierten su cabaña en un lugar muy confortable.
Cuando cae la tarde y las cabras ya se han recogido, en el espacio que hace de cocina, bullen los niños que acuden, como cada día a la casa de la anciana. Se está muy bien, pues los grandes fríos todavía no han llegado y la presencia de las cabras bajo el piso templa el ambiente con calor natural. En el centro de la cocina, justo bajo la punta abierta del cono que forma el techo, se encuentra la trébede prendida, para dar un poco más de calor y una luz tenue y movediza que confiere a la cocina un especial encanto. Los niños llenan el escaño y se sientan también en las espuertas que se arriman a las paredes. Como siempre, vienen a escuchar un cuento.
“¿Qué historia queréis hoy, niños?”
Y unos quieren un cuento de lobos, otros de brujas, las niñas los prefieren de hadas.
Una voz, la del más pequeño de los asistentes, pregunta:
“Abuela Casilda, ¿cómo viene el otoño?”
Se hace un silencio expectante. La abuela se queda absorta un momento, contemplando cómo las volutas de humo azul suben por el aire hasta llegar a la techumbre y resbalando por ella van a encontrar el agujero que hace de chimenea. De pronto, pregunta:
“¿Quién sabe cómo es y dónde está la Tierra de Oberón?”
El silencio es la respuesta. Los pequeños se miran unos a otros y el encogimiento de hombros es la respuesta…
“Más allá del Mar Brillante, dejando atrás las praderas blancas, atravesando las Montañas Negras del Reino Ignoto, está la Tierra de Oberón. Es una tierra de grandes bosques, en las que no hay ciudades ni pueblos. Allí viven en paz con todo tipo de animales, los elfos y las hadas. Son sus reyes Titania y Oberón. Es la parte más hermosa de nuestro mundo. Allí nace la primavera para extenderse por todos los lugares; se dan allí los primeros brotes gracias al cuidado de los elfos y las hadas los van llevando a las tierras cercanas. Desde esas tierras, como un contagio, la primavera va llegando a todos los confines de la tierra.
Pero no penséis que solamente cuidan de las plantas, también dan color a las flores, con el buen tiempo llenan de sabores a los frutos, hacen altos a los árboles. Enseñan a cantar a los pájaros que han nacido en esa primavera los bellos sones que caracterizan a cada especie de ave, luego éstas, dispersándose por el ancho cielo van a llenar nuestros bosques, nuestros campos, nuestros pueblos con esos cantos que nos arrullan, o nos despiertan o nos dedican un “buenas noches”.
Me preguntáis por el otoño. Es el tiempo de mayor ocupación para Titania y Oberón. Os preguntaréis por qué. Pues porque es el tiempo de recoger todo lo bello, ya que se acerca el invierno. Titania dispone a sus hadas, para que recojan todos los colores que haya dispersos por el campo, habrá que guardarlos en las galerías que tienen bajo el suelo para cuando llegue la próxima primavera. Oberón encarga a sus elfos buscar dos hojas en cada árbol, las más hermosas, para enrollarlas y guardarlas antes de que los fríos y el viento las arranquen de las ramas y las esparzan por los suelos. Así, guardadas esas hojas primorosas, servirán de modelo a las que hayan de surgir en unos meses. Y lo mismo se ocupan de los brotes, de los frutos, en una tarea que únicamente con la magia de estos seres se puede llevar a cabo. Guardarán los nidos más delicados y forrarán de plumón sus palacios subterráneos, ya que pasarán en ellos lo más duro del invierno.
Cuando todo lo tienen preparado, con una paleta de colores, hecha con los que entrega la tierra, pintarán sus bosques con ocres, con marrones y así, comenzando por la Tierra de Oberón, llegará el otoño a todos los rincones”
“Bueno, espero que con eso quede respondida vuestra pregunta. Idos ya para vuestras casas y cuidado cuando paséis el puente”
Los niños se despiden de Casilda con un beso y corriendo unos, saltando otros, se dirigen a sus casas comentado la historia que hoy la abuela les ha contado.
“¿Qué nos contará mañana?”
![[Img #18438]](http://sahagundigital.com/upload/images/11_2018/8161_visualhunt.jpg?38)
En el primer claro del bosque, después de pasar el puente de piedra, el que cruza el arroyo Cantarín, está la casa de la abuela Casilda. No está lejos del pueblo, pero como dice la abuela está lo suficientemente lejos para que no le den mucho la lata. Su casa, como todas las de aquí, la forma el murete de piedra donde se guardan las cabras por la noche y sobre ese espacio se levanta la tarima de madera donde la abuela tiene la vivienda. La techumbre de ramas y paja, impermeabilizada con barro y humo, convierten su cabaña en un lugar muy confortable.
Cuando cae la tarde y las cabras ya se han recogido, en el espacio que hace de cocina, bullen los niños que acuden, como cada día a la casa de la anciana. Se está muy bien, pues los grandes fríos todavía no han llegado y la presencia de las cabras bajo el piso templa el ambiente con calor natural. En el centro de la cocina, justo bajo la punta abierta del cono que forma el techo, se encuentra la trébede prendida, para dar un poco más de calor y una luz tenue y movediza que confiere a la cocina un especial encanto. Los niños llenan el escaño y se sientan también en las espuertas que se arriman a las paredes. Como siempre, vienen a escuchar un cuento.
“¿Qué historia queréis hoy, niños?”
Y unos quieren un cuento de lobos, otros de brujas, las niñas los prefieren de hadas.
Una voz, la del más pequeño de los asistentes, pregunta:
“Abuela Casilda, ¿cómo viene el otoño?”
Se hace un silencio expectante. La abuela se queda absorta un momento, contemplando cómo las volutas de humo azul suben por el aire hasta llegar a la techumbre y resbalando por ella van a encontrar el agujero que hace de chimenea. De pronto, pregunta:
“¿Quién sabe cómo es y dónde está la Tierra de Oberón?”
El silencio es la respuesta. Los pequeños se miran unos a otros y el encogimiento de hombros es la respuesta…
“Más allá del Mar Brillante, dejando atrás las praderas blancas, atravesando las Montañas Negras del Reino Ignoto, está la Tierra de Oberón. Es una tierra de grandes bosques, en las que no hay ciudades ni pueblos. Allí viven en paz con todo tipo de animales, los elfos y las hadas. Son sus reyes Titania y Oberón. Es la parte más hermosa de nuestro mundo. Allí nace la primavera para extenderse por todos los lugares; se dan allí los primeros brotes gracias al cuidado de los elfos y las hadas los van llevando a las tierras cercanas. Desde esas tierras, como un contagio, la primavera va llegando a todos los confines de la tierra.
Pero no penséis que solamente cuidan de las plantas, también dan color a las flores, con el buen tiempo llenan de sabores a los frutos, hacen altos a los árboles. Enseñan a cantar a los pájaros que han nacido en esa primavera los bellos sones que caracterizan a cada especie de ave, luego éstas, dispersándose por el ancho cielo van a llenar nuestros bosques, nuestros campos, nuestros pueblos con esos cantos que nos arrullan, o nos despiertan o nos dedican un “buenas noches”.
Me preguntáis por el otoño. Es el tiempo de mayor ocupación para Titania y Oberón. Os preguntaréis por qué. Pues porque es el tiempo de recoger todo lo bello, ya que se acerca el invierno. Titania dispone a sus hadas, para que recojan todos los colores que haya dispersos por el campo, habrá que guardarlos en las galerías que tienen bajo el suelo para cuando llegue la próxima primavera. Oberón encarga a sus elfos buscar dos hojas en cada árbol, las más hermosas, para enrollarlas y guardarlas antes de que los fríos y el viento las arranquen de las ramas y las esparzan por los suelos. Así, guardadas esas hojas primorosas, servirán de modelo a las que hayan de surgir en unos meses. Y lo mismo se ocupan de los brotes, de los frutos, en una tarea que únicamente con la magia de estos seres se puede llevar a cabo. Guardarán los nidos más delicados y forrarán de plumón sus palacios subterráneos, ya que pasarán en ellos lo más duro del invierno.
Cuando todo lo tienen preparado, con una paleta de colores, hecha con los que entrega la tierra, pintarán sus bosques con ocres, con marrones y así, comenzando por la Tierra de Oberón, llegará el otoño a todos los rincones”
“Bueno, espero que con eso quede respondida vuestra pregunta. Idos ya para vuestras casas y cuidado cuando paséis el puente”
Los niños se despiden de Casilda con un beso y corriendo unos, saltando otros, se dirigen a sus casas comentado la historia que hoy la abuela les ha contado.
“¿Qué nos contará mañana?”
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