Juanda Rodríguez Juanda Rodríguez
Viernes, 23 de Noviembre de 2018
Radiografía del mundo del caballo

¡Arre caballito!

En el sureste leonés hay censados 126 equinos

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Aunque la ganadería equina es una de las más antiguas en España, a lo largo del siglo XX tuvo lugar un cambio radical en la orientación productiva a la que habitualmente se venía dedicando este tipo de ganado. La mecanización de la agricultura prescindió prácticamente de caballos, mulos y burros que habían venido realizando una parte crucial del duro trabajo que precisaban viñas, huertas y cultivos, junto a las también poco valoradas vacas de labor.

 

En la actualidad, el equino en su conjunto, y el caballo en particular, tienen en el ocio la principal razón de ser, aunque no hay que olvidar otras vertientes como puede ser la producción de carne. A pesar de los cambios mencionados, España sigue siendo uno de los países europeos con mayor censo de equinos y la calidad genética de razas puras, especialmente las autóctonas y concretamente la más conocida, el Pura Raza Española, reconocida a nivel internacional.

 

 

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Según la Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Española (ANCCE), en nuestro país hay censados 725.000 caballos, el cuarto de la Unión Europea en número de equinos, por detrás de países líderes en esta materia como son Alemania y Francia. Con 257.000 ejemplares Andalucía es una de las regiones europeas con una mayor población de equinos, mientras que en Castilla y León aparecen registrados 74.300 ejemplares. Del total de caballos que hay en España, al menos el 85% son ejemplares catalogados como de Pura Raza Española.

 

Si nos ceñimos al censo de equinos en el sureste leonés, son 126 los ejemplares registrados, repartidos en 108 caballos/yeguas, 17 burros y un mulo (ver cuadro). De esta ‘plantilla’ de equinos, sólo cinco municipios de la comarca superan los 10 ejemplares de ganado caballar o asnal. Son Almanza, Gordaliza, Grajal, Sahagún y Villamartín de Don Sancho. Cabe señalar que en dos pequeños municipios como son Vallecillo y Escobar de Campos, no aparece registrado ningún ejemplar de ganado equino, al menos oficialmente, con papeles y microchip implantado. Si a alguien le hubiéramos avanzado este dato hace sólo unas pocas décadas, se mostraría totalmente escéptico, pues lo normal es que, en cada casa, sino un caballo, hubiera al menos un borrico con el que desplazarse a las tierras a trabajar o una mula para arar los majuelos en aquellas economías de autoconsumo.

 

Gordaliza del Pino

Puestos a desglosar por la parte de la abundancia, nos paramos en Gordaliza del Pino, un pueblo con larga tradición equina. No hace demasiados años que se organizaba en las fiestas del Carmen, en julio, una concurrida carrera de cintas a caballo en la que se llegaban a concitar hasta 50 ejemplares, varios jinetes locales, pero muchos venidos de la vecina Asturias donde el mundo del caballo tiene una tradición secular. Entonces en Gordaliza podía haber una treintena de equinos; ahora quedan 14.

 

 

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Tres caballistas como Jorge, Rafa o Rubén son amigos y comparten afición. Jorge es ganadero; Rafa, agricultor y transportista y Rubén, pintor de brocha gorda. Los tres son buenos aficionados a la caza con galgo y, además, en el caso de Rafa y Jorge son jueces de la Federación de Galgos de Castilla y León, lo que les obliga a mantener a sus caballos en perfecto estado de forma para juzgar los campeonatos y las clasificatorias.

 

Desde el 12 de octubre que se levanta la veda de la liebre para los galgos, Rubén utiliza el caballo para poder seguir toda la carrera y alentar a sus galgos en la veloz persecución tras de la ‘rabona’, algo que si lo hace a pie sería casi imposible con la orografía. “A partir de noviembre o diciembre preferimos no salir con los caballos porque aquí hay desconocimiento, poca cultura del tema, y no le gusta a la gente que pises por los sembrados, cuando está demostrado que no se hace absolutamente ningún daño, pero les parece mal que pises las tierras”, confiesa Rubén.

 

 

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A este hecho se suma que, con las últimas lluvias caídas en la zona, con el terreno especialmente húmedo, el caballo puede pisar en blando en plena carrera y tirar al jinete, con el consiguiente riesgo para ambos. Este pintor de Gordaliza opina que, para la caza con galgo, los mejores caballos que resultan son los pura sangre ingleses que aguantan perfectamente los tres o cuatro minutos que viene a durar la carrera, aunque también dan buenos resultados los llamados ‘tres sangres’ (cruce de árabe, español e inglés). “Los españoles tienen mucha arrancada, pero se vienen abajo pronto, mientras que los ingleses no ceden en toda la carrera”, apunta.

 

La compra de los caballos para trabajar en esta disciplina de caza tampoco les resulta muy gravoso a estos gordalizanos gracias a un curioso contacto. “Los traemos con unos cuatro años del hipódromo de Santander, los que han criado para las carreras pero no valen para competir, no nos cuestan mucho y a nosotros nos salen extraordinarios”, comenta Rubén Álvarez Iglesias.

 

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El caso de Jorge y Rafa tiene tela. Desde octubre hasta febrero se pasan jornadas enteras juzgando las clasificatorias de Castilla y León para el Campeonato de España de Caza con Galgo, a veces jueves, sábados y domingos intensos, con desplazamientos con todo el equipo a lugares distantes como Medina del Campo o Madrigal de las Altas Torres. La labor de juez nacional federado de caza requiere una exigencia elevada, pero Jorge y Rafa, a pesar de sus obligaciones laborales y familiares, llevan años realizándola. De hecho, salen más días a juzgar con sus caballos por todo el territorio de la Comunidad que detrás de las liebres de su pueblo.

 

También en Gordaliza se encuentra el único mulo de la comarca (más bien se encontraba, pues la última noticia que nos llega es que murió recientemente), el de Fidel Bajo, que lo mantenía por pura fidelidad al animal de compañía. Fidel no dudó en prestar de forma altruista su mulo como ‘actor’ en fiestas con animales como para los reconocidos ‘refranes de San Antón’ del vecino pueblo de Villeza. Hay que recordar que la mula o mulo es un animal híbrido estéril que resulta del cruce entre una yegua y un burro (si es entre caballo y burra resulta un burdégano), una especie muy apropiada para labores y acarreos, tremendamente útil en el campo en el pasado, antes de que se mecanizaran absolutamente los trabajos agrícolas. Ante la ausencia del mulo, el bueno de Fidel ya ha adquirido una yegua torda (blanca) con la que ha restituido sus tareas cotidianas de buen jubilado.

 

 

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No hace demasiado tiempo que también abandonó los caballos por motivos de salud Mario Bajo, el carnicero de Gordaliza, aunque aún mantiene tres ejemplares su hermano Jose. También colgó las riendas otro gran aficionado al ganado equino, José Rodriguez Chico, Pepe.

 

 

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Almanza

Un ejemplo claro del fiel aficionado a los caballos es José Emilio del Río, de Almanza, pues los cuatro caballos que tiene a su nombre los emplea para realizar paseos por el monte o simplemente para montar por puro placer, cuatro caballos que guarda en una cuadra a la salida de Corcos, aunque la mayor parte del tiempo pastan hierba libremente en una finca particular.

 

El Ayuntamiento de Almanza ha habilitado varias rutas para caminantes que José Emilio y sus amigos utilizan también para realizarlas subidos a lomos de sus caballos. “Como los atletas, en verano es cuando los caballos están más en forma, porque es cuando más salimos, pero nos gusta hacer equitación en todas las estaciones, es nuestra afición”, comenta José Emilio, quien conserva en la memoria el viaje que realizó la cuadrilla a caballo en 2010 hasta Santiago de Compostela durante 10 etapas inolvidables. Suelen desfilar también estos caballistas, estandartes en mano, en las jornadas medievales que se celebran en Almanza cada 23 de abril. Este jinete de Almanza cree que en León hay muy poca gente que sepa montar a caballo. “Hay poca afición, mucha gente que dice que sabe montar, pero lo cierto es que no sabe ni coger las riendas, les pones una silla inglesa y se cae… la equitación precisa estudio y mucha práctica”, indica.

 

Las razas

Existen en nuestro país una gran variedad de razas de caballo, cada una apropiada al uso que se le quiera dar, ya sea exhibición, doma, equitación terapéutica, salto, corte o paseo. Enumeramos alguna de las más empleadas: Pura Raza Española (también conocida como caballo español o caballo andaluz-cartujano); Árabe; Tennessee (caballo americano); Pura Sangre (inglés); Apalusa (indio); Morgan; Quarter Horse; Paint Horse; Miniatura; Poni Galés…

 

 

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Además de estas razas más o menos puras, existen cruces que suelen dar muy buenos resultados, como el caso de los angloárabes, ideales para resistencia en carreras prolongadas. En lo que al Sureste leonés se refiere, contamos con muchas razas, pero predominan los puros españoles, los pura sangre ingleses y los cruces angloárabes.

 

Si hablamos de burros, habría que decir que hay casi más formas de denominar al animal que razas propiamente dichas: asno, garañón, borrico, jumento, rozno, ruche, rucho, burro, guarán, pollino, onagro... pues de razas puras sólo hay cuatro en España: andaluz-cordobés (el majorero es su variante de Canarias); catalán (la raza mallorquina es una variante de Baleares); de las Encartaciones (País Vasco); y el zamorano-leonés, este último el más común por nuestra comarca, en sus distintas variantes de color de pelo y de cruces variados.

 

Los costes

El coste importante para adentrarnos en esta afición es la adquisición del caballo. Si partimos de un precio base, este sería el del caballo para carne que ronda los 300-400 euros/ejemplar, pero si es para ‘vida’ (equitación), un precio medio de un adulto (cinco/siete años) de un cruzado como es un hispanoárabe o un angloárabe rondaría los 1.000-1.200 euros. Si se trata de un caballo de raza pura y domado, el precio partiría de esos 1.200 euros, pero puede alcanzar los 20.000 y hasta los 30.000 euros… como los coches de marcas de lujo. Más barato resulta comprar un potro recién destetado (de unos seis meses), aunque eso requeriría domar al animal si se cuenta con los conocimientos necesarios o mandarlo domar, con lo que el precio se incrementaría. La doma no se iniciaría hasta los tres-cuatro años, cuando el animal es adulto, una tarea que, si se encarga a una cuadra dedicada a tal menester, el precio de doma más pupilaje (comida y estancia) ronda los 250 euros al mes. Si tenemos presente que este trabajo viene a durar un mínimo de tres-cuatro meses, ya tenemos un suplemento de unos 1.000 euros ‘a mayores’.

 

 

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En el caso de que se cuente con yeguas y se las desee cubrir, se puede optar por conseguir dosis seminales para inseminar de forma artificial u optar por monta natural en una Parada de Sementales del Estado, ahora sólo con sede en Ávila.

 

La alimentación de los equinos no es complicada, siempre que se disponga de alguna finca con hierba fresca, lo más recomendable y saludable para los animales, que se puede complementar con heno seco o forrajes tipo alfalfa para las épocas de estiaje o de estabulación prolongada. En lo que a piensos se refiere, existen unos compuestos de cereal preparados especialmente para equinos que suelen llevar mezclados avena, cebada, algo de maíz y guisantes, que no resulta demasiado gravoso. Lo ideal es que los caballos permanezcan al aire libre, cuanto más tiempo mejor. Lo importante, además de cuidar su alimentación, es sacarles al campo para que ejerciten los músculos.

 

 

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El herraje

Para que los caballos no sufran en las patas, en los cascos, precisan de ‘zapatos’, digo… herraduras. Algunos dueños optan por realizar un curso para poder herrar a sus propios caballos, algo nada sencillo, si bien hay profesionales que se desplazan por las cuadras para realizar esta tarea, cuyo precio oscila entre los 40 y los 60 euros por animal. Lo recomendado es herrarles cada tres meses si el caballo es montado con frecuencia. A las yeguas que estén criando o que no se monten, se recomienda no colocarlas herraduras, aunque sí arreglar los cascos, pues sus ‘uñas’ crecen.

 

Enfermedades

Los equinos son animales robustos y bastante sanos, poco propicios a adquirir enfermedades. Una práctica habitual y muy necesaria en favor de la salud de nuestros amigos es desparasitarlos para eliminar esos ‘bichines’ que se montan gratis mientras pasean o pastan en el prado. En época de frío, es común que contraigan catarros, al igual que los humanos, que se tratan con una simple inyección o con reposo. La enfermedad más temida por los dueños de caballos es sin duda el conocido cólico, cuando al rocín se le retuerce el intestino y para el que sólo cabe la intervención quirúrgica de un veterinario experto en la materia. Según se ha constatado, sólo una clínica privada de Medina del Campo y la Facultad de Veterinaria de León realizan por nuestra zona tan delicado trabajo. Hay que recordar que la esperanza de vida de un caballo es de unos 25 años, aunque excepcionalmente alguna yegua haya alcanzado los 40.

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