Cristina Domínguez Cristina Domínguez
Martes, 07 de Mayo de 2019
María Luna, responsable de Librería Luna

“Los pequeños comercios tenemos muchos gigantes contra los que luchar. Actualmente las compras online son el principal Goliat, pero no el enemigo”

Sahagún

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María Luna Benavides nació en Sahagún el 28 de septiembre de 1978. Hija de librera (Tina Benavides, de Grajal de Campos) y nieta de librero-impresor, su pasión por el papel y la tinta mantiene abierto un establecimiento con mucha solera en su villa natal, Librería Luna, fundada por Segismundo Luna en 1953. 
 
Muy activa en Redes Sociales, María es la administradora del grupo público ‘Me gusta vivir en Sahagún’ con más de 2.000 seguidores y foro virtual donde debatir la actualidad local, siempre caliente cuando hablamos de la villa del Cea. 
 
Tan amiga de las Nuevas Tecnologías como de las tradiciones locales que bien la supo contagiar su abuela, Paca, fallecida hace una década y una de las ‘culpables’ de que las Galletas de Hierro sahagunenses y el baile de la Tantáriga se conozcan hasta en Corea. 
 
Cristina Domínguez: Dicen por ahí que te gusta vivir en Sahagún…
María Luna: Y dicen muy bien. Me encanta vivir en Sahagún a espaldas del fraile; me encanta ir todos los días por el mismo camino que yo hice, a mi mismo cole, ahora junto a mis hijos, y poder ver las montañas enmarcadas por la Torre del Reloj y San Lorenzo. Me encanta ir saludando hasta a las piedras y ver a mis padres todos los días de mi vida… No sigo que me pongo muy ñoña pero no pararía de decir qué hace que me guste tanto vivir aquí.
 
“Puedes tener un mal día y decir algo que no debes en un momento dado, a todos nos ha ocurrido, pero si ha quedado escrito las redes se encargarán de recordártelo siempre”
 
P: En julio de 2011 creas en la Red Social Facebook el grupo ‘Me gusta vivir en Sahagún’ el más activo y seguido de toda la comarca… ¿Cómo llevas eso de moderar? ¿hay mucho troll en Sahagún?  
R: No me gusta nada moderar. “En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida” que dijo Lorca. Cada uno tiene que ser consecuente con lo dice y con lo que hace y estar preparado para la repercusión que esos actos vayan a tener. Me chirrían los insultos y las faltas de respeto y, las pocas veces que he actuado como moderadora, han sido cuando han ocurrido esos hechos. Creo firmemente en el debate, en la diversidad de opiniones, me apasiona una buena conversación-discusión con gente que piensa distinto a mí y que me intentan convencer de algo; se aprende mucho en esas ocasiones. Pero cuando caemos en el insulto, en la falta de respeto, en la crítica destructiva y porque sí, la magia se acaba. Todo eso unido a que aún no nos damos cuenta que las redes tienen un doble peligro: falso anonimato y que las palabras no se las llevas el viento; puedes tener un mal día y decir algo que no debes en un momento dado, a todos nos ha ocurrido, pero si ha quedado escrito las redes se encargarán de recordártelo siempre. En cuanto a los trolls, pues ya se sabe que no hay que darles de comer (se ríe) o vamos, en castellano viejo, “no hay mejor desprecio…”
 
P: En cuanto al uso de las Nuevas Tecnologías… ¿están haciendo mucho daño las compras online a las tiendas de pueblo o temes más a las grandes superficies de la ciudad?
R: Creo que las tiendas de pueblo o los pequeños comercios de las grandes ciudades también, tienen muchos gigantes contra los que luchar. Por temer, temo a ambos, aunque actualmente serían las compras online el principal Goliat contra el que tenemos que luchar, grandes superficies incluidas. No obstante, no los considero enemigos; hay que reconocer que todos las usamos porque ofrecen una serie de ventajas nada desdeñables. En cambio, su uso indiscriminado puede llevar a situaciones surrealistas, como, por ejemplo, comprar vía Internet en la tienda que tienes debajo de tu piso (caso real). Tenemos que ser consecuentes con nuestros actos, saber que la compra sin sentido vía on line implica un gasto de recursos que, aunque no nos les repercutan, les vamos a acabar pagando y muy caro. Hablo aquí de los gastos de los embalajes, combustible, energía…
 
P: ¿Leo entre líneas que es necesario que las administraciones echen un cable a las tiendas pequeñas?
R: Las tiendas de los pueblos, y aquí estoy hablando de la tiendina de ultramarinos de la vecina de un pueblo de 100 habitantes, la que abre siempre que lo necesitas, la que tiene un poco de todo, con la que hablas un ratito, deberían estar subvencionadas tal y como lo están los teleclub, pues cumplen una función social importantísima. Suministran productos de primera necesidad a una población envejecida, representada por nuestros mayores, que no son números, son personas a las que hay que cuidar como antes ellos lo hicieron por nosotros.
 
P: ¿Se puede hacer algo desde el comercio de barrio para no ser devorado por los grandes?
R: Cada uno tenemos que explotar nuestros puntos fuertes. En las tiendas pequeñinas, que diríamos aquí, nuestro punto fuerte es el cuerpo a cuerpo, la atención personalizada, el conocer a tu cliente, sus gustos y poder ofrecerle exactamente lo que quiere. Yo muchas veces pido cosas sabiendo exactamente quien las va a comprar; bueno a veces me equivoco (risas). 
 
“Es un lujo tener tienda en el pueblo. Cuando nos vayan desapareciendo nos daremos cuenta lo que implica tener que coger el coche para comprar un botón”
 
 
P: Valor añadido…
R: Sí, eso es un gran valor añadido, eso, y el no tener que desplazarse con el gasto de tiempo y de dinero que conlleva. Es por ello que debemos, siempre que sea posible, comprar en nuestra localidad, y cuando digo en nuestra localidad no digo todos en Sahagún, si en Calzadilla, Grajal, Calzada... hay una tienda, compra ahí pues es un lujo tener ese servicio porque cuando nos vayan desapareciendo nos daremos cuenta de lo que implica tener que coger el coche para comprar un botón, o un lápiz en este caso; en ese momento ni todas las grandes ofertas del mundo nos serán rentables.
 
 
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P: ¿Crees que el comercio de Sahagún está a la altura del siglo?
R: Cada vez más empresarios y comerciantes de la zona se están abriendo a las Nuevas Tecnologías y actualmente estoy trabajando con negocios de nueva apertura y otros de renovaciones de imagen empresarial (logotipos, tarjetas, rotulación). Últimamente vemos en el pueblo aperturas de nuevos y novedosos negocios. Eso significa que la gente tiene ideas e ilusión y ganas de llevarlas a cabo. Yo creo que es una parte muy importante el no acomodarse y pensar que por estar en el pueblo nuestros clientes se conformarán con menos. El comercio, de Sahagún en este caso, debe aportar a sus clientes calidad, originalidad y sobre todo cercanía (en el amplio sentido de la palabra) para así ser competitivo.
 
P: Hace nada cerraron algunas librerías emblemáticas: Portadores de Sueños, en Zaragoza; Semuret, en Zamora, Sopa de Letras, en Ponferrada o Moya, en Madrid, abierta desde 1862. Al otro lado del ‘mundo’, Librería Luna, en Sahagún, con no más de 2.500 vecinos, se mantiene al pie del cañón ¿dónde está el truco? 
R: Pues no lo sé. Además de un poco (o un mucho) de suerte…. la tienda en nuestra familia no se ha considerado solamente como un negocio (que también) es una extensión de la cocina de casa. Es un lugar de reunión de vecinos y amigos que a la vez son clientes. Quizás esa familiaridad se demuestra siempre que alguien viene preguntando o hablando de mis abuelos, que hace 25 y 10 años que ya no están con nosotros. Esto hace que este lugar se mantenga en pie porque toda esa gente no nos olvida y sigue confiando en nosotros para seguir comprando lo que necesita. Como los que vienen diciendo: “es que mi padre le compraba los libros a Segis y yo se los quiero comprar aquí a mi hija” Además del puntito de emoción que esas palabras te generan aprovecho para agradecer a toda esa gente esa confianza en la familia.
 
P: ¿Y desde el punto de vista terrenal?
R: Otro truco es intentar ofrecer cosas nuevas, hacer cosas nuevas, vivir cosas nuevas. Mi madre me enseñó que había que moverse con la originalidad, que tiene sus riesgos (cajas con cosas que nunca se venderán) pero otras veces aciertas y ves marchar a la gente contenta con su regalo perfecto. Y nada, yo por mi parte aporto mi tormenta de ideas continua de la que a veces me tienen que sacar porque ‘se me va la olla’ (risas) pero como me va la marcha intento organizar todas las cosas que se me ocurren. 
 
“Yo quise quedarme aquí y trabajé primero de ‘lo mío’ y luego como quería seguir quedándome me quedé en la librería. Si no hubiera habido librería me hubiera inventado algo”
 
 
P: Hija de librera, nieta de librero, ¿madre de libreros o su prole tiene alergia a la celulosa? 
R: En mi casa es difícil tener esa alergia, pues hay libros en todas las habitaciones. Ellos se han criado, como yo, tras este mostrador rodeadas de tinta y papel, y de momento la mayor se ilusiona tanto por un libro como por una muñeca y al pequeño se lo está contagiando. ¿Cuánto durará? pues no lo sé porque todos tenemos nuestros bajones y subidones de pasión lectora. Yo tengo mis truquillos y cuando esa pasión está baja busco un título con el que subirla. O alternativas como son Pop Up, cómics, teatros e incluso pelis muy literarias (Alicia, Harry Potter). Todo vale para incentivar.
 
 
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P: En todo caso tu no ibas para librera… ¿qué trayectoria has recorrido antes de volver a casa?
R: Pues no la verdad que no era mi intención, aunque, bueno, los que hemos crecido bajo el árbol de los Luna mi padre, mi madre, mi tía, mis primos… la profesión-pasión se nos ha quedado grabada a fuego. Si una de mis pasiones son los libros la otra siempre fue la naturaleza y el medio ambiente. Crecí en el río de mano de mi padre que, tras sus intentos infructuosos de enseñarme a pescar, me dejó libre tal pajarillo y mientras él lo intentaba yo me dedicaba a meterme entre las paleras y levantar piedras a ver qué animal encontraba. Con eso, el influjo de Félix Rodríguez de la Fuente y una semana de educación ambiental en Villardeciervos a través del instituto de Sahagún -que me impactó gratamente- lo tuve claro y solicité Ciencias del Mar en Cádiz y Biología en León. Obviamente acabé en Biología porque Cádiz quedaba muy lejos y estaba claro que con Ciencias del Mar poco iba a trabajar cerca de casa. Al acabar Biología mis padres, y yo misma, me animaron a seguir estudiando e hice Enología y la acabé en Vila Real de Tras-os-Montes en Portugal. Revoloteé por bastantes sitios y con buenas oportunidades de trabajar de bióloga, pero siempre muy lejos de casa, así es que, cuando me ofrecieron trabajo ‘de lo mío’ en casa no lo dudé y así estuve durante cuatro años realizando proyectos muy interesantes. Pero crisis mediante, aquello acabó, ya teníamos una niña y había que tomar una decisión, que por otra parte ya estaba tomada (ya que comparto mi vida con otro apasionado de su tierra) y era quedarse en casa. Como en los últimos años, además de mi faceta ambiental había desarrollado otra pasión que era el diseño y la creatividad, cursé un máster de Diseño Gráfico y Publicitario en León para poder continuar viviendo aquí y trabajando como freelance. En todo este proceso el negocio familiar siempre había estado ahí y yo entraba y salía según mi madre necesitaba de mi ayuda, hasta que, bueno, decidimos que era el momento y que la Librería Luna tendría otra generación más.
 
P: Dices que tras acabar Biología encontraste en Sahagún trabajo ‘de lo tuyo’ ¿el empleo determina la morada? 
R: En mi caso, y cada vez estoy más segura que en general, el empleo no determina la morada. Ayuda, y mucho, no nos engañemos; pero lo primero para quedarse a vivir en un lugar concreto no pasa por tener empleo, es querer quedarse aquí (tener muy claro sus ventajas e inconvenientes y que estos no puedan a las primeras) Nosotros hemos tenido muy claro que queríamos quedarnos y hemos organizado nuestra vida alrededor de esa premisa. Yo quise quedarme aquí y trabajé primero de ‘lo mío’ y luego como quería seguir quedándome me quedé en la librería. Si no hubiera habido librería me hubiera inventado algo. Entiendo que si lo intentas y no encuentras o no te sale trabajo te tengas que marchar, obviamente, pero creo que hay muchos terrenos por explorar y explotar y las Nuevas Tecnologías en este caso son nuestras aliadas. De esta forma podemos juntar lo tradicional con lo nuevo y nos encontramos con negocios emergentes muy interesantes como por ejemplo mis vecinas las galleteras.
 
P: ¿No será que echabas de menos el olor de las Galletas de Hierro? 
R: Pues por suerte, las Galletas de Hierro siempre han estado presentes, primero mi abuela, luego mi padre o yo misma en contadas ocasiones nos ponemos a ello a la mínima de cambio. Pero una cosa es cierta, oler la vainilla caliente y asomar una lagrimilla es todo uno, por lo que ahora mismo estoy así todos los días porque tengo el obrador de galletas de hierro de Pili y Angelines aquí al lado y la tienda vuelve a oler a galletas de hierro como cuando entraba mi abuela por la puerta con la bolsa.
 
“No son malos tiempos para lo 'viejo', lo que pasa que ahora lo llamamos de otra forma:  paleodieta, las recetas de la abuela, la dieta mediterránea, vintage, retro…”
 
P: Hablar de tu abuela, Paca, fallecida hace una década, es hablar de tradición, de la Tantárida, de la ermita de la Virgen del Puente, de las galletas, del folclore popular… ¿malos tiempos para lo ‘viejo’?
R: No son malos tiempo para lo ´viejo´, lo que pasa que ahora lo llamamos de otra forma. Paleodieta, las recetas de la abuela, la dieta mediterránea, vintage, retro… si analizamos todo eso al final la conclusión que sacamos es que nos gusta lo viejo, solo que no nos atrevemos a decirlo. Hablar de mi abuela, de mis abuelos, es hablar de mis raíces, hablar de nostalgia, hablar del porqué estoy aquí ahora. Un árbol, para que crezca sano, tiene que tener unas raíces profundas. No hace falta que estén en la misma tierra en la que nacieron, pero si no tiene unas raíces fuertes se caerá. Tengo muy claro de dónde vengo, gracias a todo lo que viví con ellos, a lo que les vi trabajar, mi abuelo y mi abuela entre tinta y papeles, mis abuelos de Grajal de la tierra y la aguja. Y también les vi llorar y también les vi ser muy felices en estos pueblos porque amaban su tierra y a su gente y, claro, al final eso se pega. Yo intento rodearme de cosas viejas, que no viejunas, que tengan ese valor, ese sentimiento, es decir un síndrome de Diógenes en ciernes (risas). 
 
 
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P: Volviendo a la librería…  ¿qué gustos tienen tus clientes? ¿qué autores buscan los lectores de la comarca?
R: Pues, los gustos, ya no solo de libros, si no en general, no difieren mucho de otros lugares más grandes. Hay gente que a la que les gustan los best seller y otros ávidos lectores, que al final se convierten en amigos, te plantean retos de búsqueda de libros a cada cual más extraños que al final acabas pidiendo uno para ellos y otro para ti. Hay una retroalimentación librera-lector muy interesante, en seguida se forma una tertulia literaria que puede acabar en arreglar el mundo, tan solo hay que, como dice una ‘amigocliente’ sacar el punto y ponerse a tejer…
 
P: ¿Buscan los lectores de la comarca autores de la comarca o es una asignatura pendiente? 
R: Qué va. Creo que esa asignatura la aprobamos con nota. A la gente le encantan los libros sobre sus pueblos. Siempre que sale un libro de la comarca en seguida le encargan. Hace poco se ha escrito un estudio sobre el conjunto histórico de Grajal de Campos, además con autores hijos de la tierra, que se está vendiendo muy bien, aunque no es de extrañar por su calidad.  Creo que a todos nos enorgullece ver historias sobre nuestros lugares de origen, le dan la importancia y el realismo que por otra parte ya tienen, aunque no nos lo queramos creer. Por cierto, aprovecho este momento para animar a que se escriba algún libro sobre Sahagún en alguna de sus múltiples facetas que hace mucho que no tenemos ninguna novedad.
 
P: Te gusta vivir en Sahagún, pero… ¿algo que no te guste del pueblo?
R: Pues sí. No me gusta el pesimismo en el que estamos sumergidos y esta leyenda negra que pulula sobre la vida rural. Claro que tenemos cosas malas y otras muchas por las que tenemos que luchar (médicos, transporte, bomberos) y no debemos desaprovechar ninguna ocasión para su reivindicación. Pero no creo que en otros lugares ‘aten a los perros con longanizas’ y que la vida sea 100% perfecta. Yo asumo esos defectos y, sobre todo, intento cambiarlos, y aporto mi granito de arena para que mi pequeña parte del mundo sea un sitio mejor. Si hay algo que me estropea el día es oír “esto se está muriendo”. Pues oiga, ¡yo estoy muy viva y quiero vivir con mi familia en mi pueblo! así que no queda otra que luchar por ello, aunque sea ‘simplemente’ con un acto tan ‘revolucionario’ como abrir la puerta de mi tienda y recibir a quien entre con una sonrisa, aunque fuera esté nublado. 
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