Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

En memoria de José Luis Sampedro
La sonrisa honesta
De la desolación a la consolación. Ahí me siento instalada estos días tras la pena que me invadió al saber que el río claro y transparente de su vida, por fin, había llegado al sereno mar de la inmensidad y la grandeza.
Suele decirse, con optimismo vulgar, que ninguna persona es imprescindible, que quien desaparece halla, al poco, la sustitución y el olvido. No es verdad. La pérdida de una persona valiosa y honesta siempre es una tragedia. Tal argumento me parece salido de la boca de un mediocre, receloso siempre de la bondad y valía del corazón y la inteligencia ajenos, consciente, además, de que la memoria será implacable con él.
Es imperdonable que ciertos diarios y medios de comunicación hayan pasado de puntillas (no así las redes) sobre la noticia de su muerte, que deja huérfanos a muchas personas libres que saben que ya no habrá nuevas reflexiones de este estoico enorme de honestidad insultante para la medianía. Me siento huérfana. Estoy desolada, sí. Pero también es cierto, recordando los bellos versos de Jorge Manrique, que “aunque la vida murió, nos dejó harto consuelo su memoria”. Se puede vencer a la parca. Pervivir en la memoria de los otros por quién se ha sido y cómo se ha vivido es entrar en los dominios de la inmortalidad y un privilegio reservado solo para los grandes.
Y este grande, este joven anciano fue un luchador infatigable de sonrisa honesta, que creyó, por encima de todo en la Vida, en el ser humano y la capacidad de este para desterrar, desde la libertad de pensamiento, la estupidez, el egoísmo y el miedo tan atenazante y manipulador del que tantas veces nos advirtió, y, por ende, ganar, más acá del sueño, la justicia y la dignidad de “los de abajo”, los suyos por elección propia, porque, como dijo en una de sus últimas entrevistas, pudiendo aprovecharse del poder, pudiendo obtener privilegios, optó por caminar con la mayoría explotada, engañada y desasistida. Esa mayoría doliente que conforma la sociedad enferma, herida de muerte, en la que están encarcelando nuestro bienestar (tan duramente conquistado), nuestro futuro, nuestros sueños.
“Para mí el referente es la vida. Hemos recibido una vida y vamos a vivirla hasta el final. Pero para eso necesitamos la libertad, para que esa vida sea la nuestra y no la que nos mandan tener”. Este es José Luis Sampedro, el que hablaba de la verdad y creía en todo lo que tuviera pálpito, el que, sabiendo ya de la proximidad del mar, en sus últimos años, años de despropósitos, de mentiras, de abusos y atrocidades de guante blanco, se alineó con la esperanza y el derecho legítimo a la rebeldía, representados en los jóvenes del 15M. Y les dio su voz y su aliento sabios.
Mañana les diré a mis alumnos que murió un economista humanista que dijo que “poner el dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe”, les diré que inició su viaje definitivo un delicioso novelista, un constructor de ficciones para la salvación de la realidad de cada día, un soñador generoso capaz de hacer volar a las palabras para ayudarnos a levantar los ojos del suelo y mirar alto en busca de horizontes interminables, infinitos. Pero sobre todo les diré que murió un hombre bueno y que cualquier otra habilidad carece de valor si no somos vertical y horizontalmente “buenos”.
La vida en la que tanto creyó está de luto y, a la vez, se celebra a sí misma en estos días tristes. Sí, insisto. Se fue un hombre bueno en el más noble sentido machadiano. Le agradezco sus libros. Le agradezco su compromiso inquebrantable con el ser humano más desfavorecido. Desde la sabiduría de sus años, le agradezco y me reconcilia con la vida su joven indignación, su palabra limpia, honesta, verdadera, cargadita de razón. Le agradezco su inteligencia libre y la bondad de su corazón, su transitar sencillo y su desdén por todo lo que oliera a podrido poder. Le agradezco su vida. Por ella yo tengo la oportunidad de ser mejor persona, tengo la oportunidad de soñar y discernir, que en los tiempos que corren no es poco.
Se sabe: Los dioses de la buena memoria te agasajarán siempre, José Luis Sampedro.
Concha Carriedo es docente en el Instituto de Educación Secundaria (IES) de Sahagún
![[Img #3092]](upload/img/periodico/img_3092.jpg)
Concha Carriedo es docente en el Instituto de Educación Secundaria (IES) de Sahagún
Bea Vieites | Jueves, 18 de Abril de 2013 a las 18:52:51 horas
En verdad, José Luís Sampedro era la sonrisa honesta, la esencia del hombre humilde, que gozó de un espíritu libre para denunciar los males que aquejan a este mundo con claridad y sin miedos. En una sociedad en la que vemos reptar hasta el poder a serpientes venenosas todos los días, Sampedro era el aliento, la esperanza de que todavía la bondad y honestidad se alberga en mujeres y hombres de bien. Te doy mi más sincera enhorabuena por las hermosas palabras que le dedicas al maestro, pero también quiero dedicártela a ti, por tu profunda humanidad, por tu palabra siempre limpia y precisa, y por la pasión que pones en todo lo que emprendes. Gracias Concha.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder