Néstor Hernández Alonso Néstor Hernández Alonso
Miércoles, 17 de Abril de 2013

El regreso

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Como las golondrinas o los vencejos, pero unos meses antes, en torno a la Semana Santa, llegan los jubilados al pueblo que les vio nacer. En noviembre, después de los Santos, obligados por el frío y el temor, habían marchado al lugar de su primera vivienda, donde han trabajado muchos años y donde, probablemente, vivan sus hijos y amigos. Por encima de todo, impulsados por una fuerza especial, acuden solícitos a la tierra que antes les expulsó por sus carencias, pero a la que ellos han perdonado, hijos de una madre común. Este sentimiento es tan fuerte que conocí el caso de una mujer de más de noventa años, la cual cada verano, desde una ciudad lejana, visitaba su pueblo con el deseo de morir durante su estancia, porque temía que, si no era sí, sus familiares no la llevaran a unirse con sus orígenes.
Con su presencia, los pueblos se lavan la cara, se quitan las legañas del invierno, y, otra vez, como antes, las calles se llenan de gritos y ruidos, pues, detrás de ellos, vienen los hijos y los nietos, los amigos, animados por las bondades, tantas veces comentadas, “de mi pueblo”.
Desde aquí. Su periódico, les damos la bienvenida, les saludamos y les agradecemos su regreso.


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