Juanda Rodríguez Juanda Rodríguez
Lunes, 03 de Febrero de 2020
Tres de febrero, día de San Blas

Cigüeñas: tan queridas como odiadas

Los nidos pueden pesar entre 30 y 1.000 kilos

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‘Por San Blas, la cigüeña verás… y si no la vieres, año de nieves’. Ese es el refrán que conserva la mayoría de la gente en su memoria, pero la realidad ha cambiado mucho. Cada año nieva menos y cada año que pasa las cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) regresan antes a sus nidos de la migración anual sin esperar a este santo (tres de febrero), con lo que se ven sus alas pronto por los campanarios. Y es que la mayoría de estos ejemplares no regresan a África, sino que se quedan en las marismas andaluzas donde pasan el otoño y parte del invierno sin la necesidad de tener que cruzar el Estrecho de Gibraltar hacia el continente africano. Este es un claro síntoma del calentamiento global, el cambio climático que muchos siguen negando a gritos. Ahora se impone un nuevo refrán: ‘Por San Nicolás (seis de diciembre), la cigüeña también verás’.
 
Hace unos 40 años no había cigüeñas pasando el invierno en España, pero ahora se calcula que quedan más de 34.000 parejas, según los expertos. Y las que todavía cruzan el Estrecho han modificado su calendario de migración, una situación que no es ni mucho menos caprichosa. Han adelantado su ciclo reproductor. Como las aves se juegan la vida en las migraciones, es vital que estén en el momento justo, pues si llegan demasiado pronto pueden encontrarse unas malas condiciones meteorológicas y si llegan tarde puede que las posibilidades de alimentarse ya se hayan pasado.
 
El invierno ha cambiado y las cigüeñas han aprendido que no es necesario migrar. Cruzar el Estrecho de Gibraltar y adentrarse en el desierto del Sáhara es muy peligroso. De hecho, en los últimos años parece que sólo migran cigüeñas jóvenes de menos de cinco años. Las adultas, más maduras, se saben la lección. Ya no necesitan volar a África para disfrutar de temperaturas cálidas.
 
 
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El promedio de vida de las cigüeñas es de 20 a 25 años, aunque se sabe que algunos ejemplares pueden superar los 30 años en cautividad. Son monógamas, es decir, tienen la misma pareja de por vida. Los nidos también tienen propiedad por pareja, por eso no dudan en defenderlos con duras peleas en caso de conflicto con otras de su especie.
 
La cifra de ejemplares que salen en los censos ha ido aumentando en las últimas décadas, si bien en estos últimos años se ha estancado, justo desde que los basureros han ido clausurándose. En el mes de julio y agosto es fácil verlas agrupadas en bandadas y en la segunda mitad de agosto suelen emprender la migración.
 
Traen a los bebés 
Es raro el campanario, iglesia, ermita o espadaña de la comarca de Sahagún que no albergue un nido de cigüeña blanca, amén de los que pueden instalar en postes eléctricos, tejados y chopos. La mayoría de los vecinos adoran a estas aves, sobre todo cuando las escuchan crotorar o como se suele decir en el lenguaje vulgar, ‘machacar el ajo’. Es un sonido que se conserva en la memoria de la vida cotidiana de los pueblos. No hay que olvidar la leyenda de que las cigüeñas son las que traen a los bebés para dejarlos en las casas con su hatillo. De niños, se pedía a gritos a las zancudas para que trajeran hermanitos. También resulta casi ‘humano’ observar cómo van creciendo los cigüeños desde que nacen y asoman sus picos hasta los aproximadamente 60 días que están en sus moradas hasta que levantan el vuelo. La cigüeña puede poner hasta seis huevos, pero rara vez saca más de tres cigoñinos. Lo normal son dos. Si los padres entienden que no hay alimento para todos ellos tiran del nido a aquel o aquellos que ven más débiles. Así de cruel es la supervivencia.
 
Mortalidad
La Sociedad Española de Ornitología, SEO/BirdLife, calcula que casi la mitad de las cigüeñas anidan en tejados de todo tipo de construcciones, por lo que las colisiones suponen una importante causa de mortalidad, en torno al 30%. Aunque una de las prácticas que mayor impacto tiene sobre sus poblaciones es la retirada o destrucción de nidos en periodo de cría, por delante de las electrocuciones o la malnutrición. La oenegé recuerda que la retirada de nidos sólo se puede autorizar de manera excepcional y de forma justificada, tras cumplir una serie de criterios estrictos y únicamente si no existe una alternativa satisfactoria. Cada año algún cigoñino muere enredado por cuerdas o plásticos con los que sus padres han ‘decorado’ el nido. Por el contrario, la cigüeña no tiene predadores naturales.
 
Alimentación
Hasta hace poco había basureros al aire en casi todos los pueblos. Pues bien, en todos ellos comían cantidades ingentes de cigüeñas, buitres, lobos, zorros… y todo un montón de fauna que al clausurarlos se quedaron ‘a dos velas’. En la dieta de la cigüeña hay todo tipo de animales. La alimentación de la cigüeña es ligeramente variada. Esta ave se alimenta de pequeños mamíferos, gusanos y algunos insectos. En menor cantidad también ingieren ranas, crustáceos, lagartijas, culebras y diversos peces.
 
El peligro de los nidos
Los nidos de las cigüeñas pueden pesar entre 30 y 1.000 kilos, dependiendo del emplazamiento. A base de ramas, barro, trapos, lana, cepellones de trigo o cebada, líquenes, musgos, plásticos…, en fin, todo lo que pillan van acondicionando el ‘pisito’. Cada año cuando regresan al nido de siempre (primero llega el macho y algún después lo hace la hembra) van añadiendo más material y el nido sigue subiendo en altura y aumentando su peso con el evidente riesgo de caída. Aquí reside uno de los recelos hacia estas zancudas, pues muchos de los nidos instalados en edificios religiosos provocan un verdadero perjuicio en el caso de que el nido caiga sobre el tejado de la iglesia, ermita o santuario. Si el nido está en el tejado de un edificio, el riesgo de que el armazón de madera no aguante su peso aumenta.
 
 
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Hay que tener en cuenta que las zancudas pueden compartir nido con gorriones, estorninos y hasta con cernícalos que encuentran en su ‘vivienda’ el lugar perfecto para sacar adelante a su propia prole.
 
Carnívora y cazadora
Al ser un ave carnívora, la cigüeña ha pasado de ser un aliado muy querido por el hombre del campo, a ser una amenaza para otras especies protegidas y sin proteger. Su vertiginoso crecimiento y la clausura de los basureros está poniendo a varias especies protegidas contra las cuerdas por culpa de una población de cigüeñas que supera la capacidad del medio. Con su tremendo pico, de unos 18 centímetros, la cigüeña se zampa toda clase de reptiles sin olvidarse de los nidos de perdices y codornices. Y no digamos de los nidos con huevos o crías de calandrias, aguiluchos cenizos, patos azulones, sisones, avutardas, gangas, alondras y demás aves que nidifican y sacan a su prole en el suelo.
 
 
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Pero no sólo es un depredador que se coma huevos de los nidos, sino que igual que persiguen a los tractores mientras realizan labores con arados o gradas, existen pruebas de que atacan y se alimentan de codornices y perdigones para lo que aprovechan en verano el trabajo de las máquinas cosechadoras. También circulan vídeos en la Red de cigüeñas persiguiendo y picoteando a lebratillos. Entre muchos cazadores circula la idea de que la cigüeña es un depredador que hace mucho más daño a la caza menor que zorros o jabalíes. Aun así, no existen datos de que en los últimos años se haya abatido ejemplar alguno por disparos de escopeta en la comarca. Sigue siendo un pájaro respetado por encima de todo.
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