Del Viernes, 22 de Agosto de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025

Su puesta de largo, condicionada por la pandemia
Seda de damasco en el cielo de San Miguel
Testimonios escritos desde 1690
Permanecerá a buen recaudo hasta que pase la pandemia, pero el pendón de San Miguel de Montañán pronto volverá a teñir de color sus rituales ancestrales. Y es que, años después -décadas- de darse por ‘perdido’, la Junta Vecinal de San Miguel ha devuelto al pueblo lo que del pueblo es reconstruyendo uno de los elementos etnográficos y patrimoniales más originales de la provincia de León, un elemento con significación propia, una especie de tótem, bajo el que se sienten identificados los miembros de la comunidad.
Se había retirado a principios del siglo XX “por estar inservible”, si bien los fragmentos de la tela conservados hasta la fecha sí han permitido abordar una reproducción fidedigna. “No se podía restaurar la tela así que no quedó otra alternativa que su reproducción”, explica el presidente de la Junta Vecinal de San Miguel, Jorge Salas, entidad que ha sufragado la intervención con el respaldo de la Diputación a través de la línea de ayudas anual que aprueban con el propósito de que estas históricas insignias no duerman el sueño de los justos.
El pendón de San Miguel de Montañán está realizado en seda adamascada de color rojo, con flecos exteriores de hilo color verde y rojo y con siete franjas dispuestas de forma horizontal unidas por una cenefa de hilo metálico dorado. La vara sí se ha podido recuperar, de más de seis metros y ocho kilos. Remos de algodón recubiertos con hilos de seda en rojo y amarillo, borlas del mismo color en los extremos, capelina y una cruz de sección cuadrangular completan la pieza.
Por ahora no hay fecha para su puesta de largo, totalmente condicionada por la pandemia, pero alentada con el deseo unánime de poder ver ondear pronto la seda de damasco. “La gente del pueblo está contenta con el resultado. Es un pendón histórico, de los más viejos de la provincia. Esperamos que, para San Miguel, San Isidro, tal vez en verano… pueda salir a la calle”, confía el alcalde pedáneo.
Un poco de historia
La existencia de un pendón en la localidad de San Miguel de Montañán se remonta, al menos, al año 1690. No obstante, en los libros de cuentas de la iglesia de San Miguel Arcángel del año 1669 ya aparece una primera referencia a lo que se aproxima al concepto de pendón. Se trata del gasto de 2.070 reales de vellón en la compra de un “estandarte” para la iglesia, aunque el coste total fue de 2.232 reales de vellón, siendo sufragado en 172 por parte de las cofradías de la localidad.
Aunque no hay documentación gráfica, sí quedaron escritas las distintas restauraciones que se realizaron a las telas desde entonces. Así, entre los años 1724-1727, se produce la primera, en Medina de Rioseco, en la provincia de Valladolid, villa muy importante y afamada en aquellos momentos y con un gremio del textil y manufacturero muy destacado. “Esta afirmación se deduce de las cuentas de fábrica de la iglesia del año 1725-1726 donde se pagó ocho reales de vellón a la persona que fue a la citada localidad a recoger el pendón una vez ya reparado. Afirmamos que es una reparación, ya que, en las cuentas de la iglesia de san Miguel de Montañán del año 1726-1727 aparece reflejado la cantidad de 529 reales y 17 maravedís de la compra de una serie de ornamentos para la iglesia y entre ellos la compostura o reparación de el pendón “y esterilla y damasco nuevo que se le hecho”, explica Javier Lagartos Pacho, encargado de la investigación que ha servido de base para la restauración de las sedas.
Las referencias a las inversiones en arreglos y complementos siguen salpicando la historia del pendón de San Miguel hasta el año 1855. En esa fecha se anota en los libros la existencia de los restos de medio paño de un pendón encarnado o rojo con su vara y unos cordones en mal estado de conservación. Ahí se terminó su vida útil.
Pero el pueblo no se quedó sin insignia. La aparición del nuevo pendón de la localidad de San Miguel de Montañán viene de la mano de la Cofradía de Nuestra Señora del Páramo. En un apéndice del inventario de bienes de mediados del XIX, aparece cómo la Cofradía de Nuestra Señora del Páramo “toma” o adquiere un pendón de damasco de seda encarnada con sus cordones de seda y asta. La Cofradía de Nuestra Señora del Páramo lo utiliza en sus procesiones y lo presta para las demás en las que ella no organiza.
Las últimas anotaciones acercan, pero no aclaran del todo, la última vez que salió a la calle. En 1916 se retira del culto por estar inservible para utilizarse y ya no vuelve a aparecer ninguna referencia relacionada directa o indirectamente con el pendón, si bien algún vecino todavía recuerda verlo ondear en las procesiones. “En conclusión y, con todos estos datos expuestos, pensamos que los restos del pendón que se conservan actualmente se corresponden al que se realizó en el siglo XIX por parte de la Cofradía de Nuestra Señora del Páramo”.
![[Img #22009]](http://sahagundigital.com/upload/images/01_2021/4453_sanmi2.jpg)
Se había retirado a principios del siglo XX “por estar inservible”, si bien los fragmentos de la tela conservados hasta la fecha sí han permitido abordar una reproducción fidedigna. “No se podía restaurar la tela así que no quedó otra alternativa que su reproducción”, explica el presidente de la Junta Vecinal de San Miguel, Jorge Salas, entidad que ha sufragado la intervención con el respaldo de la Diputación a través de la línea de ayudas anual que aprueban con el propósito de que estas históricas insignias no duerman el sueño de los justos.
El pendón de San Miguel de Montañán está realizado en seda adamascada de color rojo, con flecos exteriores de hilo color verde y rojo y con siete franjas dispuestas de forma horizontal unidas por una cenefa de hilo metálico dorado. La vara sí se ha podido recuperar, de más de seis metros y ocho kilos. Remos de algodón recubiertos con hilos de seda en rojo y amarillo, borlas del mismo color en los extremos, capelina y una cruz de sección cuadrangular completan la pieza.
Por ahora no hay fecha para su puesta de largo, totalmente condicionada por la pandemia, pero alentada con el deseo unánime de poder ver ondear pronto la seda de damasco. “La gente del pueblo está contenta con el resultado. Es un pendón histórico, de los más viejos de la provincia. Esperamos que, para San Miguel, San Isidro, tal vez en verano… pueda salir a la calle”, confía el alcalde pedáneo.
Un poco de historia
La existencia de un pendón en la localidad de San Miguel de Montañán se remonta, al menos, al año 1690. No obstante, en los libros de cuentas de la iglesia de San Miguel Arcángel del año 1669 ya aparece una primera referencia a lo que se aproxima al concepto de pendón. Se trata del gasto de 2.070 reales de vellón en la compra de un “estandarte” para la iglesia, aunque el coste total fue de 2.232 reales de vellón, siendo sufragado en 172 por parte de las cofradías de la localidad.
Aunque no hay documentación gráfica, sí quedaron escritas las distintas restauraciones que se realizaron a las telas desde entonces. Así, entre los años 1724-1727, se produce la primera, en Medina de Rioseco, en la provincia de Valladolid, villa muy importante y afamada en aquellos momentos y con un gremio del textil y manufacturero muy destacado. “Esta afirmación se deduce de las cuentas de fábrica de la iglesia del año 1725-1726 donde se pagó ocho reales de vellón a la persona que fue a la citada localidad a recoger el pendón una vez ya reparado. Afirmamos que es una reparación, ya que, en las cuentas de la iglesia de san Miguel de Montañán del año 1726-1727 aparece reflejado la cantidad de 529 reales y 17 maravedís de la compra de una serie de ornamentos para la iglesia y entre ellos la compostura o reparación de el pendón “y esterilla y damasco nuevo que se le hecho”, explica Javier Lagartos Pacho, encargado de la investigación que ha servido de base para la restauración de las sedas.
Las referencias a las inversiones en arreglos y complementos siguen salpicando la historia del pendón de San Miguel hasta el año 1855. En esa fecha se anota en los libros la existencia de los restos de medio paño de un pendón encarnado o rojo con su vara y unos cordones en mal estado de conservación. Ahí se terminó su vida útil.
Pero el pueblo no se quedó sin insignia. La aparición del nuevo pendón de la localidad de San Miguel de Montañán viene de la mano de la Cofradía de Nuestra Señora del Páramo. En un apéndice del inventario de bienes de mediados del XIX, aparece cómo la Cofradía de Nuestra Señora del Páramo “toma” o adquiere un pendón de damasco de seda encarnada con sus cordones de seda y asta. La Cofradía de Nuestra Señora del Páramo lo utiliza en sus procesiones y lo presta para las demás en las que ella no organiza.
Las últimas anotaciones acercan, pero no aclaran del todo, la última vez que salió a la calle. En 1916 se retira del culto por estar inservible para utilizarse y ya no vuelve a aparecer ninguna referencia relacionada directa o indirectamente con el pendón, si bien algún vecino todavía recuerda verlo ondear en las procesiones. “En conclusión y, con todos estos datos expuestos, pensamos que los restos del pendón que se conservan actualmente se corresponden al que se realizó en el siglo XIX por parte de la Cofradía de Nuestra Señora del Páramo”.
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