José Cabañas González José Cabañas González
Miércoles, 18 de Julio de 2018
Golpe militar

La sedición en Grajal de Campos y en Sahagún

Julio de 1936

Traemos aquí los párrafos iniciales del apartado dedicado a lo ocurrido en las fechas del golpe militar de julio de 1936 -y en las anteriores y posteriores- en ambas poblaciones y en otras cercanas, en el contexto y el transcurso de los días y los sucesos de la sublevación en la provincia leonesa (en la capital y otras ciudades, villas y pueblos) y en el país, primicia y anticipo del libro ‘Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en León y sus tierras’, de José Cabañas González, que en unos meses estará listo para ser publicado en la editorial leonesa Lobo Sapiens. Señalar además que seguimos, para lo sucedido en el municipio de Grajal de Campos, lo que señala en su obra ‘Grajal. La década conflictiva’ el investigador Vicente Martínez Encinas [2006].
 
Los días anteriores a los del inicio de la rebelión militar habían sido un tanto agitados en Grajal de Campos: tomaba el Ayuntamiento el 14 de julio posesión del expropiado viejo cementerio católico (punto álgido de lo que en aplicación de la legalidad republicana había supuesto un enfrentamiento duro y reticente con el párroco), y se constituía la Junta de Reforma Agraria del municipio (obedeciendo al nuevo y efectivo impulso que a la misma venía dando el Gobierno del Frente Popular). Mediaba la Comisión Gestora municipal el día 15 en el conflicto laboral entre obreros del campo y patronos de la localidad en desacuerdo sobre las bases de trabajo presentadas por aquellos, y se formaba por fin y tras anteriores diferencias el Registro de Colocación Obrera y su oficina local. El 17 de julio prohibía la gestora que salieran máquinas a segar sin dejar antes un tercio de lo cosechado para paliar el paro obrero local con la siega a mano (como ya habían acordado para la provincia Jurados Mixtos del Trabajo Rural en años anteriores), y este mismo viernes por la noche se supo en Grajal, por la radio del Centro Obrero, del alzamiento en África.
 
El sábado 18 se iban conociendo los detalles de la rebelión militar y su penetración y extensión en la península, y llegaron a la Comisión Gestora a través de la madrileña Unión Radio y del Centro Obrero de Sahagún las consignas de salir armados a la calle en defensa de la República. El día 19 de julio a las seis de la tarde el alcalde, Jacinto Pascual López, publicaba un bando en el que ordena la inmediata entrega en el Consistorio de todo el armamento en manos de particulares. Se trataba de 57 armas: 34 escopetas, 14 pistolas, ocho revólveres y un rifle, correspondientes a 42 propietarios (alguno poseía hasta cuatro de aquellas), todos ellos falangistas excepto tres conservadores y dos republicanos, además del médico y el coadjutor de la parroquia, que no militaban en Falange. De todo aquel arsenal depositado en el Ayuntamiento tan solo las escopetas se distribuyeron al iniciarse la noche entre jornaleros socialistas y republicanos de la Casa del Pueblo (la Sociedad de Obreros Agrícolas, que tenía allí su sede, también se había sumado a la declaración de huelga general), y con ellas hicieron hasta las dos de la madrugada guardias en torno a la villa, desde la Plaza Mayor hasta la estación del ferrocarril y por las rondas sur y este, mientras en la parte norte, junto a la carretera de Villada y el puente sobre el río Araduey, se apostaban guardias civiles de Sahagún, desplazados allí aquel mismo día, y que mostraban en aquellas primeras horas indecisión y dudas, “acompañando a los obreros que hicieron servicio de armas, sin que se diera alteración alguna del orden público”, afirmará el defensor en el consejo de guerra que juzga aquellos hechos, en el que también se asegura que la autoridad municipal dispuso que los jornaleros armados patrullaran las calles de la localidad en unión, compañía y ayuda de la Guardia Civil (como se hizo en tantos lugares), obedeciendo aquí tales actuaciones a lo ordenado al jefe de la línea de Sahagún desde la Comandancia de León.  
 
En Sahagún salió el pueblo a la calle el 18 de julio, y en la plaza fueron apaleados los fascistas Jesús Pérez, farmacéutico, los vecinos Julio Hernández y Roberto, y Marcelino Castañeda, subjefe de Falange Española, que, con una herida en la cabeza, hubo de ser hospitalizado, al igual que el tal Roberto (los otros dos, heridos, fueron encarcelados, dirá el cinco de agosto el corresponsal de El Diario de León). A lo largo del día siguiente, ante la inacción del alcalde, Victoriano de la Puerta Gutiérrez (de Izquierda Republicana; propietario de un almacén de coloniales), Benito Pamparacuatro Franco –regidor en los años anteriores; no tardaría en ser cruelmente asesinado- y Vicente Oveja Díez repartieron a grandes grupos de izquierdistas que invadieron el Consistorio (la mayoría jornaleros agrícolas seguidores de la huelga general decretada aquellos días de la siega ante la sedición) las armas que en la misma fecha el alcalde había mandado recoger de particulares y de las dos armerías de la localidad y depositar en el cuartel de la Guardia Civil (1), trasladadas luego al Ayuntamiento por una posterior disposición de la alcaldía. 
 
En la noche del 18 al 19 recibía el teniente Valentín Devesa que mandaba aquel puesto, cabecera de la línea que incluía los de Cea, Almanza, El Burgo Ranero y Valverde Enrique, orden telefónica del capitán Arturo Marzal Macedo (jefe de la Tercera Compañía, que manda desde el cuartel de Valencia de Don Juan) de concentrar en Sahagún a todos los guardias de la misma, interesando del regidor la requisa de los coches necesarios para ello, de modo que a las cinco de la madrugada, con todos reunidos, también por teléfono le llega de la Comandancia de León (de su primer jefe Santiago Alonso Muñoz, declara el teniente el 14 de enero de 1937, aunque debió de provenir del segundo, el comandante Luis Medina Montoro, sustituto de aquel desde el 12 de julio hasta las siete de la mañana del día 19, en que regresa de Madrid) nueva orden de enviar a Palencia en los mismos vehículos un sargento con 19 números.  
 
Al teniente Devesa le ordena a las doce horas ya el teniente coronel Santiago Alonso Muñoz salir con los 15 guardias restantes a las dos de la tarde para Grajal y tras ponerse a disposición de su alcalde para desarmar a los derechistas del lugar y armar a las personas de orden del Frente Popular (“que el regidor ya sabe quiénes son”), continuar hasta el límite provincial, en el que, destacando en avanzadilla tres guardias y una clase  (un sargento) y él a un kilómetro en retaguardia con el resto de la fuerza y a su espalda para auxiliarla los paisanos armados en Grajal, “los avanzados le avisen con unos disparos cuando arribe la columna de unos tres mil hombres entre militares y civiles que desde Palencia (donde triunfó la sublevación por la mañana) se dirige a León con el fin de reducir a los sediciosos (los mineros y frentepopulistas leoneses que defienden la legalidad y no se suman a los alzados y a su golpe), y se da choque con ella deshacerla a toda costa”. En virtud de tales instrucciones y de otras que al parecer él ya tenía, publicaba el regidor de Grajal de Campos el referido bando de recogida de armamento, anotando el nombre del propietario y el arma y los cartuchos entregados. Durante el resto del día 19 y hasta las cuatro de la tarde del 20 vigilaron el teniente y sus fuerzas apostadas en la carretera de Palencia, sin que se presentara la esperada columna, y a tal hora, recibiendo aviso del teniente Felipe Romero, venido de León y que ya se hallaba con unos veinte guardias en Sahagún, de replegarse allí con todos sus efectivos, lo hacía así en los coches de línea que aquel le enviara para ello, en los que se llevaba también las armas y municiones que el alcalde de Grajal había depositado en la secretaría del Ayuntamiento.   
 
En la noche del 19 de julio y la madrugada del 20, se reciben en el cuartel de la Benemérita órdenes de los conjurados de León de proclamar el estado de guerra, actuando rotundamente después el teniente de la Guardia Civil Felipe Romero Alonso, desplazado desde la capital con más de veinte guardias civiles aquella misma tarde y apoyado por milicias de Falange y otros voluntarios derechistas de la localidad, a los que formó y organizó. A su llegada a Sahagún, el teniente Felipe Romero “fue recibido hostilmente por la guardia roja” (diría él mismo), desplegó la fuerza que lo acompañaba, enviada a su cargo por el Jefe de la Comandancia de León, el leal Santiago Alonso Muñoz, para en unión de los guardias sahagunenses y de los paisanos armados reclutados en Grajal impedir allí el paso a las tropas que se suponía se trasladaban desde Palencia a León para combatir a las columnas de mineros asturianos que se dirigen a Madrid, y traicionando las órdenes de aquel acorraló a los izquierdistas armados que se habían distribuido haciendo guardias y patrullas por las entradas de la población, y los convocó, con el alcalde, en el Ayuntamiento, ordenando a este que retirase todas las armas entregadas a los militantes de la izquierda. Como el regidor se mostró reacio a ello, “a eso de las diez de la mañana del 20 de julio” declaró el teniente en Sahagún la ley marcial y dispuso de nuevo la retirada en media hora de todo el armamento y la puesta en libertad de las personas de derechas que se hallaban apresadas. Dio cuenta de lo realizado por teléfono después a la Comandancia leonesa, y habló con el comandante (Luis Medina) o un capitán de la misma (Miguel Moset), quien lo enteró de que allí –y en la capital- nada había aún sucedido. Pocas horas más tarde, “al saber que los comunistas se iban a apoderar de Sahagún” (se dirá luego en el sumario que condena a los que no hicieron allí más que defender la legalidad) entraba en la villa-ciudad el comandante de Infantería Ignacio Estévez Estévez (retirado por la ley Azaña, residía entonces en la cercana Dehesa de Maudes, en Calzada del Coto, propiedad de la familia de su esposa, Carmen Eguiagaray Pallarés) como comandante militar, dictando el día 20 un bando que por orden del general de la división pone bajo el estado de guerra a todo el partido de Sahagún, cerrando los establecimientos públicos a las nueve de la noche, y prohibiendo y considerando sediciosos los grupos de más de tres personas. Deponía a la Comisión Gestora municipal y la sustituía por otra “de personas de orden” el día 22, en la que el 30 de julio se cambiaba al alcalde que la presidía, “según orden expresa del capitán don Miguel Moset y Sánchez Carpio” (quien sustituía como delegado de Orden Público al comandante Luis Medina Montoro en sus ausencias). 
 
La fulminante y contundente acción militar desarrollada en Sahagún derribó toda ilusión republicana que en Grajal de Campos pudiera aún albergarse. A las cinco de la mañana del día 20 de julio, requeridos por la Benemérita del cuartel sahagunino, los obreros de la localidad (parece que no todos: algunos -seguramente cenetistas- se trasladaban a León aquella madrugada) entregaron a tres guardias de aquel puesto (el teniente Valentín Devesa Villalón que lo mandaba y los números Miguel Sierra y Epigmenio Villafañe) las armas en el Ayuntamiento, donde quedaron custodiadas, “cumpliendo sin protestar lo requerido y obedeciendo puntualmente, sometiéndose con rapidez a las autoridades legítimas representantes del Movimiento Nacional, tras la escasa peligrosidad y la falta de trascendencia de los hechos por ellos realizados”. Cuando la Guardia Civil de la villa recibió también la orden de marchar a León se llevó consigo, a las siete de la tarde, aquellas armas, recogidas por el teniente Felipe Romero, que se presentó en Grajal para ello y para llevarse también a sus órdenes toda la fuerza que allí estaba desplegada, y las depositó en el cuartel de Sahagún (había sido inaugurado, junto con la cárcel del partido sita en la Ronda de San Francisco, en 1932, cuando era alcalde Benito Pamparacuatro Franco), de donde “las entregaron a las gentes de orden”. A las 15 horas había recibido el teniente Romero la orden de regresar a León con la fuerza de allí venida a su mando más la concentrada por el teniente Devesa en Sahagún el día antes, lo que realizaban después de tener algunos encuentros con los rojos, declarar el estado de guerra en Mansilla de las Mulas, y liberar aquí a algunos derechistas encarcelados por individuos del Frente Popular, entrando en la capital sobre las cinco de la tarde del martes 21 junto a la fuerza de la Tercera Compañía que, mandada por el capitán Marzal, se les unía en Puente Castro y les ayudaba a repeler allí un ataque de elementos extremistas (ya en la comandancia “mandaba el segundo jefe Luis Medina, y el teniente coronel Santiago Alonso nada disponía ni ordenaba”, declaran aquellos oficiales).  
 
(1) Entre ellas las del comercio de Domingo Hidalgo (dirigente de la Unión Patriótica Nacional cuando la dictadura), que ya al principio del pasado mayo, cuando allí como en otros muchos lugares se habían producido detenciones de fascistas, el falangista de Grajal Manuel Lorenzo Ponce había tomado y repartido para armar a algunos convecinos de derechas.
 
Imágenes: (1) El alcalde de Sahagún, Benito Pamparacuatro. (2) En el centro, sentado, con miembros de la Asociación de la Prensa Leonesa en 1937, Luis Medina Montoro, Delegado de Orden Público directamente relacionado con la represión mortal en la retaguardia de León en los primeros meses de la guerra.
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